Artículo escrito por Joan Antoni Melé y publicado en el número 7 de la revista Ideas Imprescindibles
Imagine que paseando por un antiguo zoco de una ciudad oriental comprara una lámpara como la lámpara mágica de Aladino. Imagine que, ¡oh sorpresa!, al frotar la lámpara también le aparece un genio que le promete concederle cuanto desee. Usted, que es una persona responsable y concienciada, le pide varios deseos:
1º.- Que desaparezca toda la contaminación de los mares, ríos y aguas subterráneas; que se restablezcan todas las especies animales desaparecidas en los últimos años, y que la Tierra y su biodiversidad vegetal y animal queden tan puras y perfectas como en el siglo XV, en la época del descubrimiento de América.
2º.- Que se redistribuyan todas las riquezas de la Tierra entre todos sus habitantes, de manera que se acaben el hambre y la pobreza de inmediato. Asimismo, que se curen todas las enfermedades y todas las epidemias que existen en el mundo, y que todas las personas estén sanas.
3º.- Que se acaben todas las guerras y conflictos inmediatamente, y que desaparezcan todas las fronteras y naciones del mundo, para que solo hablemos de una Tierra y una humanidad.
Bien, como que ha sido generoso y altruista, el genio le ha concedido todos sus deseos, y con un simple pase mágico todo ha quedado como usted había pedido. ¡Fantástico! Y ahora permítame una pregunta: ¿cuánto cree que tardaríamos en volver a tener la situación tan deteriorada como la tenemos hoy en todos los ámbitos mencionados?
No tenemos un genio de la lámpara, pero tenemos suficientes conocimientos y recursos científicos, técnicos y económicos como para realizar lo mismo que él ha realizado; sí tenemos ese genio, ese genio somos nosotros. Entonces, ¿qué nos sucede? ¿Por qué no reaccionamos? ¿Por qué seguimos autodestruyéndonos y destruyendo la Tierra? La respuesta es muy sencilla: no es un problema de recursos, el problema es que nuestra conciencia está enferma.
A lo largo de los últimos siglos hemos adquirido muchísimos conocimientos, hemos desarrollado una gran inteligencia, pero esa inteligencia es fría y está desconectada de lo esencialmente humano, y por tanto, está desconectada de la Tierra y del Cosmos. No debemos menospreciar los conocimientos adquiridos, pero ahora lo más urgente es sanar esa conciencia enferma y devolver al ser humano su dignidad y su dimensión más esencial y trascendente.
Seguimos obcecados con el informe Pisa, que pone énfasis en los niveles de aprendizaje de matemáticas, ciencias y lenguaje de nuestros alumnos, pero olvidamos su preparación humanista y ética. Todos los casos de corrupción que han aparecido en España y en todo el mundo no han sido cometidos por personas ignorantes, sino que la mayoría tenían estudios superiores y, quien sabe, algún master o doctorado en Harvard o Stanford, que esto siempre