Si te encuentras al Buda, mátalo
¿Cuáles son las diferencias entre religión y espiritualidad? Mientras que la mayoría de las religiones ponen a disposición de sus devotos un manual de instrucciones que guía su conducta y su moral, la espiritualidad parece una ventana a lo desconocido que marca el comienzo de un misterioso viaje interior.
En el budismo zen los koan son una especie de acertijos que pretenden despertar la conciencia de quien los escucha. Uno de los más desconcertantes es sin duda “Si te encuentras al Buda, mátalo”. Sus interpretaciones son múltiples y diversas pero la más aceptada sugiere que la única verdad que existe es la propia realidad y no las creencias que intentan describirla. Si confundimos las creencias con la realidad nos alejaremos de la realidad y nunca podremos observarla tal y como es. Por eso es necesario matar a las creencias, para que la realidad se revele ante nosotros sin prejuicios ni adornos. “Matar al Buda” significa acabar con las creencias para poder alcanzar así la iluminación interior.
Este llamamiento a la libertad individual parece encontrarse muy lejos de la disciplina que imponen las religiones tradicionales monoteístas, tan apegadas a los mandamientos y los dogmas. Frente a la solidez organizativa de las religiones, la espiritualidad se presenta como un camino alternativo sin GPS, un laberinto de transformación que incluye numerosos obstáculos y rincones inexplorados.
¿Por qué cada vez son más las personas en el mundo occidental que se alejan de las religiones tradicionales y buscan respuestas en otros ámbitos como la meditación, el yoga o las filosofías orientales? La respuesta puede que se encuentre en el inmenso poder que ha alcanzado el ser humano durante las últimas décadas. Hoy hemos vencido enfermedades que no hace mucho diezmaban a la población mundial, hemos aumentado nuestra esperanza de vida, disfrutamos del período de paz más largo de la historia, viajamos a lugares lejanos en sólo unas horas y hablamos con nuestros seres queridos aunque nos separen miles de kilómetros. Sin embargo ese poder parece estar provocando un vacío existencial en muchas personas. Aunque parezca mentira, a mayor poder, menos sentido le encontramos a nuestras vidas. La soledad, la depresión o el estrés se han convertido en las auténticas plagas del mundo moderno. Países como Japón o Suecia, que cada año lideran los rankings de bienestar social, también encabezan las listas de número de suicidios. En esta sociedad post humanista y robotizada del siglo XXI poder y sentido parecen ser vasos comunicantes.
En este contexto donde los hombres han alcanzado los poderes de un dios, las religiones parecen haber quedado relegadas a un segundo plano. Sin embargo los avances científicos aún no han encontrado respuestas a las preguntas esenciales del ser humano: ¿Quién soy? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Cuál es el sentido de la vida? Al no encontrar respuestas ni en la ciencia ni en la religión, y desencantados de una sociedad de consumo cada vez más agotada, muchos hombres y mujeres occidentales han empezado a explorar nuevos caminos que les permitan apagar su mente y conectar con su alma.
Todos esos caminos convergen en un espacio común llamado espiritualidad, que a diferencia de la religión, no ofrece señalizaciones ni un itinerario preestablecido. El neófito debe adentrarse en un territorio desconocido y experimentar por sí mismo las sensaciones que le acerquen a Dios. Sin prejuicios ni atajos. Expandiendo su conciencia para encontrar la llave que le abra la puerta de lo Divino.