Realidad virtual: ¿la droga del futuro?

Hoy en día la tecnología nos permite acceder sin salir de casa a innumerables servicios de forma inmediata y muchas veces gratuita. Podemos reservar billetes de avión, charlar con amigos que viven a miles de kilómetros, escuchar música, comprar ropa, ver películas, etc. Ese universo de posibilidades ha mejorado notablemente nuestra calidad de vida, pero sin embargo esconde un lado oscuro.

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En Japón a una de las consecuencias más extremas de esta hiperconexión le han puesto nombre: hikikomori. En el país del sol naciente, más de medio millón de personas viven recluidas en sus casas, alejadas de todo contacto con la sociedad, y en en los casos más extremos no salen de su hogar durante años.

El gobierno japonés calcula que existen unas 541.000 personas en esta situación, lo que supone un 1,57% de la población del país. Una cifra que muchos expertos aseguran que puede ser mayor, pues muchas afectados no reconocen su situación y mienten en las encuestas. El fenómeno del «hikikomori» no es exclusivo de Japón. En Asia ya se han registrado numerosos casos en países como Corea del Sur o Hong Kong, donde las cifras pueden ser incluso superiores a las de Japón. Y tampoco Europa y América son inmunes a este problema.

Cada vez son más los jóvenes que renuncian parcial o totalmente a la vida social, para permanecer en sus hogares refugiados en las redes sociales o los videojuegos. Para muchos jóvenes la realidad que plantea el confort del hogar resulta mucho más segura que el mundo exterior, donde cada día deben lidiar con un futuro cada vez más incierto y estresante y una sociedad cada vez más hostil y deshumanizada.

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La realidad virtual, un refugio seguro para experimentar estados alterados de conciencia

En 2017 un grupo de investigadores del Centro Sackler para la Ciencia de la Conciencia, integrado en la Universidad de Sussex, Reino Unido, desarrollaron una tecnología a la que llamaron «la máquina de las alucinaciones», que ofrecía al usuario una experiencia de inmersión de un realismo extraordinario. El objetivo era distinguir cómo nuestro cerebro diferencia las sensaciones reales de las que no lo son. En concreto se trataba de un experimento para estudiar los mecanismos subyacentes a los estados alterados de conciencia sin necesidad de usar sustancias psicodélicas. El resultado demostró que en la mente de los sujetos «la máquina de las alucinaciones» funcionaba exactamente igual que una droga alucinógena. En otras palabras, los sujetos que participaron no fueron capaces de distinguir la realidad de la ficción.

Pero no sólo los científicos están coqueteando con la realidad virtual. El programador de videojuegos estadounidense Robin Arnott, después de experimentar en 2011 con las drogas, decidió replicar lo que él denominaba «esa sensación divina de estar en sintonía con el Universo». Dos años después, Robin Arnott creó «SoundSelf«, un videojuego de meditación que interactúa con la voz del usuario y cuyo objetivo es sistematizar aquellas sensaciones que experimentó con las drogas y llevar a otras personas a «aquel lugar maravilloso». El usuario sólo necesita tumbarse, enfundarse el casco de realidad virtual y hablar o cantar para iniciar la experiencia. El usuario se adentra en un túnel de luz sobre el que van apareciendo una gran variedad de formas geométricas, texturas y colores vibrantes. Cada vez que el usuario cambia su tono de voz, las imágenes van cambiando.

Según Robin Arnott, se trata de «escuchar a nuestro cuerpo y a nuestra propia voz» y el software permite experimentar sensaciones comparables al consumo de drogas alucinógenas. Es evidente que el poder de atracción de la realidad virtual supone una alternativa muy tentadora para todas aquellas personas que se sienten solas, deprimidas o desencantadas.

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La realidad virtual puede ayudar a resolver algunos problemas del mundo

Sin embargo, la realidad virtual también puede ser una herramienta muy poderosa para combatir algunos de los problemas que azotan a nuestra sociedad. En 2016 un grupo de científicos suecos realizaron un experimento en el que pretendían concienciar sobre los devastadores efectos del bullying.

Para su experimento utilizaron una tecnología basada en realidad virtual y convencieron a algunos jóvenes influencers para que participaran. Dichos influencers debían sentarse en el pupitre de una escuela y ponerse un casco de realidad virtual. Durante unos minutos escuchaban insultos de sus compañeros de clase y eran víctimas de sus burlas e impertinencias. Muchos de los sujetos rompían a llorar y se sentían desbordados por la situación. En una entrevista publicada en El País, Yvla Hansdotter, experta en tecnología y una de las impulsoras de este experimento, afirma que la concienciación que se obtiene con el uso de la realidad virtual «puede cambiar el mundo». Con esta tecnología cualquier persona puede saber cómo se siente exactamente una persona con discapacidad, un refugiado, un anciano o un condenado a muerte.

Es evidente que la realidad virtual puede abrir nuevos y desconocidos horizontes a la humanidad. Su uso nos puede permitir alcanzar metas nunca soñadas pero también nos puede abocar a un futuro de soledad y desconexión. ¿Estaremos preparados cuando llegue el momento?