Percepción y realidad
Nuestro cerebro, además de regular los procesos fisiológicos automáticos y de su capacidad para escribir un soneto o componer una sinfonía, es también una máquina biológica que recibe datos de diversas fuentes internas o externas y tras un análisis, en mayor o menor medida consciente, obtiene una conclusión que es almacenada en la memoria. Este proceso que llamamos cognición establece nuevas sinapsis neuronales y modifica la realidad que percibimos.
Las experiencias almacenadas alteran la percepción de las siguientes. Si en nuestra infancia conocemos el amor y el cuidado, creceremos en un mundo muy diferente al de un niño desatendido o abandonado. De manera creciente, añadiendo experiencia tras experiencia, construimos nuestra realidad única e irrepetible.
La cognición es un proceso mucho más lento y complejo que el mecanismo automático que nos hace retirar la mano del fuego. Valorar y procesar todos los aspectos relativos a la miríada de estímulos recibidos a diario saturaría nuestro cerebro de enorme pero finita capacidad. Dado que no puede aumentar su velocidad, el cerebro tiende a reducir la complejidad del problema a tratar. Si alguien con aspecto desaliñado llama a nuestra puerta, lo evaluaremos seguramente como un peligro. Es un mecanismo que genera errores, pero que es eficaz a la hora de tomar decisiones rápidas que en algunos contextos pueden suponer la vida o la muerte.
Atribuciones
La atribución en Psicología es una inferencia de las causas del comportamiento propio o de los demás. Si vemos cómo una persona grita a otra, en una fracción de segundo y aun sin datos suficientes, trataremos de dar alguna clase de explicación a lo sucedido. Atribuiremos causas internas o externas al comportamiento de las personas. Si hemos suspendido un examen tenderemos a considerar que estudiar y trabajar es complicado, pero si quien suspende en las mismas circunstancias es alguien que nos disgusta tenderemos a pensar que es un mal estudiante, sin valorar sus circunstancias.
Estereotipos y prejuicios
Parte de nuestras creencias acerca de las personas está basada en estereotipos, una información imprecisa y carente de matices acerca de un grupo de personas. No conocemos a ningún aragonés, pero seguramente conoceremos su estereotipo y es posible que lo usemos en una conversación. Al conocer a un individuo sus estereotipos tienden a difuminarse. Si existe alguna clase de emoción asociada a un estereotipo nos hallamos ante un prejuicio, que implica la irracionalidad de considerar negativamente o positivamente a todos los miembros de un grupo que en realidad desconocemos. Ni los miembros de una etnia son todos delincuentes ni los misioneros son por definición buenas y abnegadas personas. La discriminación es un fenómeno relacionado con estereotipos y prejuicios.
Esquemas y roles
Un esquema es un grupo de ideas preconcebidas acerca de personas o situaciones, construidas en base a la propia experiencia o a creencias de otros. Podemos poseer un claro esquema de la conducta esperada de una mujer en una primera cita, que puede ser muy diferente del esquema de comportamiento de esa mujer para una primera cita. Asimismo, esperamos que alguien a quién hemos asignado el rol de persona meticulosa cumpla un esquema de comportamiento que tenemos asociado a ese rol. Existen abundantes esquemas sobre uno mismo que pueden contener cómo nos comportamos en una reunión de amigos o cómo juzgamos nuestra habilidad musical. Algunos esquemas pueden desencadenarse automáticamente frente a un estímulo, como sentir miedo y nerviosismo al hablar en público. Cuando alguna experiencia imposible de obviar o denostar contradice claramente uno de nuestros esquemas hablamos de “ruptura de esquemas”.
Sesgos cognitivos
Un sesgo cognitivo es una interpretación no lógica de la percepción. Un sesgo muy estudiado proviene de la acción de nuestro cerebro filtrando y eliminando aquella información contraria a nuestras creencias. Si nos consideramos dotados de buena suerte, no percibiremos las pequeñas ocasiones en las que la mala suerte nos afecta. Incluso, aquella información pertinaz que consigue pasar el filtro y alcanza nuestra consciencia tiende a ser tratada de manera muy poco objetiva. Si nos consideramos personas muy tolerantes, tenderemos a rechazar la información que lo contradiga. Podemos recurrir a la expresión “es la excepción que confirma la regla”, o tratar la información como errónea y no confiable. Por el contrario, valoraremos una opinión favorable de alguien a quien consideramos escasamente.
Asimismo, tendemos a poner a prueba nuestras creencias por métodos que históricamente nos han corroborado antes que por otros de resultado incierto. Nos complace hablar de política con un afín y no tanto con alguien que no lo es.
El sesgo de falso consenso nos hace creer que nuestra opinión y creencias son más comunes de lo que en realidad son. El sesgo de probabilidad nos lleva a valorar al alza la posibilidad de un suceso. Si un conocido gana en un sorteo de lotería se difuminará la realidad matemática que indica que esa probabilidad es en realidad muy pequeña.
Finalmente, el sesgo por el que consideramos que nuestra cognición está libre de sesgos y que analizamos la realidad y a nuestros semejantes con independencia y justicia. Existen innumerables sesgos cognitivos en los que todos nos reconoceremos con facilidad. Invito al lector a conocerlos con una simple búsqueda en la Red.
Ilusión de control y conocimiento
Somos una especie altamente social y necesitamos a otras personas que escapan de nuestro control efectivo. Creemos poseer una mayor influencia de la real sobre el amor de nuestra pareja, la seguridad de nuestros hijos o la opinión que los demás tienen de nosotros.
El conocimiento que atesoramos resulta infinitesimal en relación a todo cuanto desconocemos. Sobrevaloramos nuestro conocimiento por ser la tierra firme que pisamos, de la misma manera que podemos sobrevalorar la posición e importancia de nuestro planeta en el cosmos.
Nos resulta imposible comparar nuestra subjetiva realidad con algo parecido una realidad objetiva para juzgar su calidad, pero sí podemos conocer los detalles de cómo nuestro cerebro prefiere la eficacia a la verdad. Podría parecer una buena idea no dar por absolutas creencias y opiniones y tratar de encontrar algo de realidad en la opuesta percepción de otros.
Cómo de engañosa puede ser la percepción. Muy atento a los jugadores con bata blanca:
Artículo escrito por Carlos Laguna. Desarrollador de software en Galanta y estudiante de Psicología en la UNED.
Publicado en el nº15 de la revista Ideas Imprescindibles