Pensamientos noctámbulos
La otra noche buscando información para un relato que estoy escribiendo, me tropecé con un extracto de un informe publicado en el año 1956 por la Academia de Medicina de Nueva York. Dicho extracto empezaba con una frase así: “La ansiedad y la tensión parecen abundar en la cultura moderna, y la tendencia actual es huir de los aspectos desagradables de su impacto”. Me llamó tanto la atención, ¿ya en 1956 se decía esto?, que la copié en mi block de notas. Mi mente empezó a divagar. He de decir que estaba a punto de dormirme. Divagué sobre un paradigma: vivimos en una sociedad en constante huida. Y divagué aún más con frases lapidarias tales como. Huimos cuando nos quejamos constantemente de nuestro trabajo, de nuestro jefe, de nuestros clientes. Huimos cuando nos enfadamos con el conductor del autobús porque ha tardado mucho en llegar. Huimos cuando preferimos que nuestros hijos jueguen con el móvil en lugar de compartir juegos con ellos. Huimos cuando miramos para otro lado cuando se nos pide ayuda. Huimos cuando nos encendemos un cigarrito o nos tomamos una copa para evadirnos. Huimos cuando gastamos más de lo que tenemos… Entonces Morfeo, se apoderó de mí.
Como persona noctámbula que soy, la noche siguiente, después de cenar, repasé el extracto del informe y continué con la siguiente parte… “Pero ¿cuándo ha estado la vida exenta de tensión?”. Y es cierto, pensé, porque podemos creer que en el pasado se vivía de una manera más relajada que hoy, que no se corría tanto porque todo tenía un carácter, vamos a decir, más artesanal. Me vino a la mente la mayor de las absurdeces, que el tiempo se marcaba de otra manera… Después de insultarme a mí mismo, continué diciéndome, que en el campo se vive más tranquilo que en la ciudad, que cuando me jubile ganaré en tranquilidad… Volví a insultarme porque sé que la vida en el campo es muy dura, que se lo pregunten a mis suegros. Y casi me pego porque me di cuenta de que al ritmo que llevamos, no me voy a poder jubilar ni de coña. Decidí dejarlo para el día siguiente.
Una noche más, como no tenía sueño, avancé hasta la siguiente frase del extracto del informe de la Academia de Medicina, esta vez una pregunta. “…A largo plazo, ¿es deseable que una población esté siempre libre de tensión?” La respuesta me salió rápida, creo que hasta la grité porque noté como mi esposa se removió en la cama. No, repetí, esta vez en el silencio de mi pensamiento. Sin tensión no se evoluciona. Eso sí, siempre que la tensión no sea ansiosa o esté vinculada al miedo, sino que sea una tensión positiva, aquella sin la cual dejaríamos de actuar, de rebelarnos, de crear, de soñar.
Ya estaba desvelado. Me había crecido con los pensamientos absurdos del noctámbulo. Y más me crecí cuando leí la última pregunta del extracto del informe, “¿Debería existir una pastilla para cada estado de humor y cada ocasión?”. Hasta me levanté de la cama. Me fui al salón y no pude reprimirme. Ni de coña, grité. Seríamos infelices, seríamos unos autómatas sin sentimientos, viviríamos en un mundo paralelo lleno de alucinógenos… eso sí, las farmacéuticas se frotarían las manos.
Eran las tres de la madrugada así que decidí concluir mis pensamientos filosóficos convenciéndome de que la tensión y la ansiedad son necesarias, que lo que nos paraliza es quedarnos atrapados en el miedo, como decía Mario Alonso Puig. Vamos que no tenemos que huir sino, como dice el vulgo, coger el toro por los cuernos. Antes de irme a la cama me serví un vaso de agua y mientras bebía me acordé de una frase de Walker Percy (a él le debemos la publicación de la novela La conjura de los necios de John Kennedy Toole), “La ansiedad, bajo un marco de referencia, es un síntoma del que librarse, bajo otro, puede constituir un llamamiento a una vida más auténtica, que debe tomarse en cuenta a toda costa”. Y esto no es huir, es buscar alternativas que nos hagan felices de verdad, eso sí, con tensión positiva. Hasta mañana.
Juanjo Valle-Inclán • Responsable de Personas y Valores • Mediapost Group
Publicado en el nº 14 de la revista Ideas Imprescindibles