Medicina afectiva: curar y cuidar a la vez
Un paciente es por encima de todo un ser humano. La llamada medicina afectiva responde claramente a este principio. Es una medicina que no sólo se centra en curar, sino que además se preocupa por cuidar al enfermo. Se trata de una medicina humanizada, orientada a crear una relación afectiva entre el paciente y el especialista.
¿Qué es la medicina afectiva?
Aunque se plantea como un nuevo enfoque sanitario, en realidad es una vuelta a los orígenes. La medicina basada en la afectividad responde a la primera gran necesidad de las personas enfermas: ser cuidadas. Lo principal no es la enfermedad o el trastorno, sino el equilibrio emocional del afectado.
Desde este punto de vista, la comunicación interpersonal y la afectividad se convierten en las mejores herramientas a disposición de los médicos. En este enfoque, la naturalidad, el cariño, la delicadeza y transparencia al comunicarse con el paciente y la empatía adquieren una importancia mayúscula.
El respaldo, la comprensión y el apoyo psicológico del médico facilitan la aceptación personal de la enfermedad. Al mismo tiempo, ese ambiente propicia un relación de confianza que favorece la comunicación y así el paciente se abre a transmitir sus síntomas y sus preocupaciones. Cuando un sanitario se comporta de esta forma, los pacientes se sienten más seguros, relajados y optimistas. Estas emociones, desde luego, siempre son muy beneficiosas para provocar una mejoría.
Algunos ejemplos de sanidad más afectiva
Resulta fácil entender cuál es la esencia de esta idea: la humanización de la medicina. La medicina afectiva se enfoca en la persona de una forma holística, no trata su enfermedad como un fenómeno aislado. En el día a día existen infinidad de oportunidades en las que se puede aplicar este planteamiento. Estas son algunos ejemplos:
- Ponerse en el lugar del enfermo, sobre todo del crónico, al tomar determinadas decisiones que afectan a tratamientos, hospitalizaciones o derivaciones a especialistas.
- Personalizar la atención con cada paciente. Dedicar el tiempo necesario no solo para rellenar formularios, sino para asegurar una atención integral.
- Considerar las consecuencias físicas de las enfermedades, pero también sus efectos psicológicos.
- Investigar si los tratamientos aplicados están generando consecuencias negativas adicionales. Por ejemplo, fumar más, dormir o comer peor, recluirse en casa…
- Contemplar cómo está afectando el problema sanitario a las relaciones profesionales e interrelacionales, o a los momentos de cambio personal.
- Informar con sensibilidad y rigor, yendo de la mano con los familiares cuando sea necesario. En este sentido, es fundamental adecuar esas comunicaciones a la personalidad y las circunstancias de cada afectado.
- Escuchar más que hablar, así se obtiene información más relevante.
- Apoyar durante el duelo. Cada persona necesita asimilar los diagnósticos graves según sus características. La llamada reacción de duelo varía en función de cada caso: los profesionales sanitarios deben adecuarse a esa realidad individualizada.
- Respetar en todo momento la dignidad del paciente y reconocer sus derechos y deberes.
- Servir de forma integral. La medicina desde la afectividad es, en realidad, una actitud. No basta con comunicar con las palabras, tu sensación de ser cuidado depende de los detalles, los matices y los gestos más pequeños. Percibes perfectamente, de forma emocional, la preocupación y la disponibilidad de quien te atiende. No es posible, pues, ejercer una medicina afectiva cuando no se siente así desde lo más profundo.
Los grandes retos de la medicina de la afectividad
Los avances tecnológicos están impulsando una mejora continuada de la ciencia médica. Te beneficias de ello, como todos los demás, cada vez que acudes a los profesionales sanitarios que te atienden. Pero la tecnología es una herramienta al servicio de las personas.
Las conquistas científicas están proporcionando mejores resultados, tomas de decisión más objetivas, innovaciones y más investigaciones exitosas. Sin embargo, los tiempos de atención humanizada se reducen. Los ordenadores y los algoritmos de búsqueda reemplazan, a menudo, a la conversación entre personas.
El humanismo médico está regresando como contrapunto a esta realidad. Cuando mayores son los recursos tecnológicos, los tratamientos farmacéuticos y los procedimientos quirúrgicos, más importancia adquieren las relaciones personales. Hoy es más importante que nunca atender con cercanía, de forma personalizada y directa a cada paciente.
Ejercer la medicina desde la afectividad no debe ser un empeño personal de cada sanitario. Al contrario, debe ser una labor de equipo y, necesariamente, una filosofía generalizada. Todos los agentes integrados en el sistema sanitario deben participar en este enfoque:
- Cada profesional de la salud.
- Los centros de asistencia.
- Los pacientes.
- Las asociaciones de pacientes.
- Las administraciones y las autoridades competentes.
- La industria sanitaria y la industria farmacéutica.
- Las universidades.
- Los medios de comunicación.
Junto al conocimiento científico de la enfermedad y su tratamiento, ha de potenciarse el concepto de cuidado integral de las personas. Esta es la clave de la medicina desde la afectividad, no debes olvidarlo. Su razón de ser procede de la propia humanidad de las personas. Tú, y todos nosotros, queremos ser tratados como merecemos.
Somos personas, seres únicos, insustituibles y valiosos. También en la enfermedad, cuando nos vemos obligados a afrontar el riesgo de la muerte, necesitamos más humanidad y comprensión que nunca. Nuestros cuidadores, los médicos y enfermeros, sobre todo, son los más cercanos a nosotros en esos momentos. La medicina afectiva es la respuesta del siglo XXI a esa realidad incontestable.