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«Con lo que cultivo puedo mantener a mi familia»

Biney, refugiada sudanesa en Chad, pone rostro a los beneficiarios de los programas de medios de vida de ACNUR. Mediante esta herramienta, la Agencia, después de responder a una emergencia y cubrir las necesidades básicas de los refugiados, pretende que estas personas forzadas a huir del horror recuperen su futuro gracias a cursos de formación y empleo. Biney lo ha conseguido: tiene su propia tierra de cultivo, es una mujer independiente y puede dar educación a sus hijos.

Hace 13 años que Biney huyó de su país, Sudán. Al pisar suelo chadiano, se dirigió a un campo de refugiados al lado de la ciudad de Goz Beida y allí encontró descanso de la violencia y la persecución. Mientras el tiempo transcurría y el conflicto en su país no parecía terminar, Biney, sus cinco hijos y su madre se trasladaron en 2011 hasta el pueblo de Koutoufou. Lo hicieron bajo el paraguas de ACNUR y su estrategia ‘Salida del campo’ para aquellas personas cuya situación de refugiadas se había prolongado en el tiempo. Una vez allí, pasó a ser beneficiaria del programa ‘Semillas de soluciones’, desarrollado por la Agencia y la Federación Mundial Luterana, y se le hizo entrega de un terreno, así como de herramientas y semillas para poder cultivarlo.

Este programa no sólo beneficia a los refugiados, sino también a la población local para fomentar la integración entre ambos grupos y que los locales entiendan la llegada de los refugiados como un impacto positivo en su vida diaria. Biney, que cultiva nabos, es ahora después de cinco años una de los cerca de 500 agricultores que se benefician de ‘Semillas de soluciones’. “Con lo que cultivo puedo mantener a mi familia”, asegura la refugiada. Este programa no sólo le ha dado solvencia económica, sino también independencia como al resto de mujeres beneficiarias. Muchas no saben leer ni escribir y tradicionalmente han sido sus maridos quienes han llevado las cuentas de la casa. “Yo estoy al cargo de la cosecha y decido qué hacer con mis ingresos”, subraya Biney. Una de sus compañeras de cultivo refuerza este argumento: “Cuando se le da el dinero a los hombres, se lo gastan en fumar, beber o irse con otra mujer. “Semillas de soluciones” me ha hecho ver lo que significa ser independiente y me permite cuidar de mi familia”.

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“Quiero que mis hijos vayan a la Universidad o que al menos aprendan una profesión y consigan un trabajo para valerse por sí mismos. Con el dinero que gano, ellos se pueden centrar en sus estudios”, dice Biney sobre su sueño, cada vez más cerca. Desde que se lanzó en 2014, “Semillas de soluciones” ha ayudado a más de 5.000 refugiados y 3.000 chadianos sólo en la región de Goz Beida, lo que supone un reparto de más de 10.000 hectáreas. El agua se extrae de pozos y se distribuye con energía solar. “Involucrar a la población local fortalece la coexistencia pacífica entre ambas comunidades. Es una de las mejores soluciones para estos refugiados sin proyección a volver de manera segura y digna a su país”, asegura Pentshi-a-Maneng, director de la oficina de ACNUR en Goz Beida.

María Francisca Andrada Rodríguez | Comité Español de ACNUR-UNHCR | Responsable de Comunicación
eacnur.org/es
Publicado en el nº 13 de la revista Ideas Imprescindibles