La economía colaborativa, la economía de todos
La economía colaborativa se basa en que los seres humanos estamos conectados para compartir. Muchas plataformas digitales están cambiando los hábitos de consumo de miles de personas en todo el mundo y parece que esto es sólo el principio de un nuevo modelo económico que viene para quedarse.
Carmen tiene 23 años y es estudiante de Económicas. Este viernes viajará a Valencia en un coche junto a tres desconocidos por 22 €. El mismo viaje en tren le hubiese costado un mínimo de 72€.
Javier quiere mejorar su inglés este verano y ha decidido pasar tres semanas en Dublín, una ciudad que le encanta y que le trae muy buenos recuerdos. Ha alquilado una habitación a un particular, muy cerca de la Universidad y le va a costar 36€ por noche. Una habitación en un hotel en la misma zona le costaría 78€. Es decir, su estancia en la capital irlandesa le costará a Javier 756€, frente a los 1.638€, que le hubiese costado el hotel durante ese mismo período.
Hace un par de años, Ernesto le compró un piano electrónico a su hija, Silvia, que le costó 320€. Pasado ese tiempo, la niña no ha mostrado demasiado interés por el regalo y el piano ha acabado en un armario criando polvo. Ernesto lo puso a la venta en una página de compraventa y ha conseguido recuperar 111€.
Carmen, Javier y Ernesto son sólo tres ejemplos de los nuevos hábitos que empiezan a extenderse entre los consumidores de las grandes ciudades. Este nuevo paradigma llamado economía colaborativa considera el consumo como un medio para el bienestar y no como un fin en sí mismo.
La economía colaborativa es un nuevo modelo económico en el que se comparten y se intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales. Este nuevo modelo ha surgido como respuesta a las cada vez mayores grietas y deficiencias que presenta el sistema capitalista, derivadas del hiperconsumo y la especulación. Los motores de este cambio pueden localizarse en la omnipresencia de Internet, la democratización de la tecnología y la crisis económica.
Los nuevos consumidores colaborativos no están obsesionados con la propiedad, es más, la consideran un problema. Adoran la libertad, escogen el “pay-per-use”, no tienen coche, viven de alquiler o en pisos compartidos y viajan en vehículos ajenos. Según una encuesta reciente, en Madrid seis de cada diez jóvenes, entre 18 y 25 años, prefieren comprarse un nuevo smartphone que un coche. Otro estudio demuestra que la población de 18 a 24 años con carnet de conducir ha descendido del 20% al 8% en sólo tres décadas. Los grandes fabricantes de automóviles observan esta situación con nerviosismo. Los nuevos consumidores han llevado a las últimas consecuencias el milenario refrán chino “No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”. Pero no todas las motivaciones son económicas. Además de consumir de una manera más racional y eficiente, a la mayoría de los consumidores colaborativos les mueve también un sentimiento de ayuda mutua y un profundo respeto por el medio ambiente.
Albert Cañigueral, una de las voces de la revolución colaborativa más autorizadas en nuestro país, fundador de la página consumocolaborativo.com y autor del libro “Vivir mejor con menos”, divide este nuevo movimiento en cuatro bloques: el consumo colaborativo, el movimiento maker y la peer production, las finanzas participativas y el capital distribuido, y el conocimiento abierto.
- El consumo colaborativo. Intenta aprovechar el poder de Internet y de las redes peer-to-peer para reinventar cómo compartir, alquilar, intercambiar o comerciar bienes y servicios. Algunos ejemplos son muy conocidos: carsharing (Avancar, BlueMove, Respiro); alquiler de coches entre particulares (SocialCar, Getaround, Drivy); compartir trayectos (BlaBlaCar, Carpooling); alquiler de espacios vacacionales (Airbnb, Wimdu, AlterKeys, MyTwinPlace).
- El movimiento maker y la peer production. Se basa en la aplicación del modelo del software libre a proyectos industriales que fabrican productos tangibles. De esa forma se democratiza la fabricación de bienes y servicios, gracias, sobre todo al desarrollo de espacios creativos compartidos y al intercambio de conocimientos e información entre los fabricantes. Algunos ejemplos son Shapeways, FabLabs, WikiHouse u OpenSourceEcology.
- Las finanzas participativas. Muchos ciudadanos están reinventando el dinero. Están surgiendo nuevas y variadas modalidades de microfinanciación (crowdfunding), préstamos entre personas, ahorro colaborativo, etc. El dinero vuelve a ser un medio de intercambio basado en la confianza y el respeto mutuo. La web universocrowdfunding.com incluye una lista con las plataformas más importantes de nuestro país. Entre ellas, destacan goteo.org, lanzamos.com, projeggt.com o seedandclick.com.
- El conocimiento abierto. Es la base de la economía colaborativa, se trata de la filosofía que corre por las venas de este nuevo modelo económico. Cuando se comparten bienes inmateriales (ideas, conocimiento, datos…) se genera abundancia absoluta de los mismos, una situación que desconcierta a los economistas tradicionales. Justo lo contrario que cuando se comparten bienes materiales, que son recursos escasos. Este fenómeno deja completamente fuera de juego al actual sistema económico, que no sabe cómo gestionar esta auténtica revolución. Algunos ejemplos son: Licencia Creative Commons, Software Libre, Open Source Hardware Association o Coursera.
Hay una frase que se atribuye a George Bernard Shaw: “Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana y las intercambiamos, entonces ambos seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces ambos tendremos dos ideas”. Las ideas no sólo no se gastan cuando se comparten, sino que además se multiplican.
Aún estamos en los albores de este nuevo paradigma económico que puede cambiar el mundo tal y como lo conocemos hoy. El status quo, liderado por los gobiernos, las instituciones y las grandes corporaciones, miran con una mezcla de indiferencia, recelo y preocupación las evoluciones de este nuevo fenómeno que parece imparable.
Clay Shirky, profesor de la Universidad de Nueva York y experto en redes sociales, establece que existen cinco fases en la implantación de un nuevo modelo: la posibilidad técnica, la adopción social, la reacción reglamentaria, la desobediencia civil y un acuerdo negociado. Este proceso retrata exactamente lo que sucedió en la industria discográfica tras la aparición de Internet y el intercambio de ficheros digitales.
En la sociedad colaborativa, los ciudadanos son menos consumidores y más productores. Miles de personas ya están obteniendo ingresos extra alquilando sus casas o compartiendo sus coches, e incluso algunos han abandonado sus trabajos y han emprendido una nueva vida gracias a esos ingresos. Parece evidente es que la economía colaborativa viene para quedarse. ¿Estás preparado?