Idiocracia: ¿nos gobiernan los idiotas?

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«Idiocracia» es el título de una película norteamericana estrenada en 2006, que pasó sin pena ni gloria por las salas de cine. La película está escrita y dirigida por Mike Judge, creador de series como “Silicon Valley”, “Beavis & Butt-Head” y “El rey de la colina”. Su visión satírica de la sociedad norteamericana y sus constantes referencias a la cultura “Made in USA» – programas de TV y anuncios incluidos – dificultó su distribución fuera de Estados Unidos y sus productores apenas invirtieron en publicidad. Sin embargo, trece años después, “Idiocracia”parece haberse convertido en una película profética ya que refleja algunos acontecimientos que por desgracia se parecen bastante a la realidad que nos rodea.

La América de Trump: una sociedad marcada por la exageración y el histrionismo

El argumento de “Idiocracia” plantea una sociedad distópica donde las élites, gracias sobre todo al acceso a una educación de primer nivel, poseen un coeficiente intelectual mayor a las de las clases bajas, que no pueden permitirse estudiar. Además, las clases bajas tienen un número de hijos mucho mayor que las élites, por lo que la población de idiotas crece sin parar. Sí, es una premisa un tanto clasista, pero no parece un supuesto descabellado a tenor de los recortes en educación pública que han experimentado numerosos países occidentales en las últimas décadas.

“Idiocracia” muestra una sociedad dominada por una estupidez generalizada de la que no parece escapar ningún hijo de vecino. En la película, el protagonista, “Joe”, un soldado crionizado que participa en un experimento militar, despierta por error, cinco siglos después, en una América futura. Con estupor e incredulidad va comprobando que su país está habitado por idiotas y que está gobernado también por idiotas. Para empezar, el presidente, Dwayne Elizondo Camacho, es una estrella de lucha libre y actor porno, engreído, misógino, maleducado y soez. ¿A quién se parece?

En la América de “Idiocracia” el lenguaje de los habitantes de esta América futura se reduce a unos pocas palabras, llenas de abreviaturas, en una especie de derivación altamente simplificada del lenguaje de WhatsApp; los programas de TV, incluyendo los telediarios, están dominados por la sexualización de sus presentadores, que exhiben gratuitamente sus cuerpos; y la comida «fast food” se ha convertido en la única dieta disponible. Sin quererlo, “Idiocracia” se percibe en determinados estamentos del poder, como una película incómoda, inoportuna, que retrata un futuro más que posible, pero que a la vez parece señalar a políticos como el mismísimo Donald Trump.

Políticos bufones y maleducados: una nueva forma de gobernar

La llegada de Donald Trump al poder sorprendió hasta a los analistas más aventurados, que jamás pensaron que un personaje de esas características pudiera convertirse en el inquilino de la Casa Blanca. Pero no podemos ignorar que Trump no es el primer presidente de un país que asombra al mundo por sus formas insolentes y su verborrea incendiaria. Y la lista no es corta. Además de Trump la historia reciente nos ha dejado máximos mandatarios tan histriónicos e hiperbólicos como el incombustible Silvio Berlusconi (Italia); Nicolás Maduro (Venezuela) y su predecesor Hugo Chávez – ; el imitador y primer ministro de Serbia Marjan Šerec; el actor y presidente de Guatemala, Jimmy Morales; Volodímir Zelenski, cómico y presidente de Ucrania; el siniestro y devoto de las armas Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas; el todopoderoso Kim Jong Un, presidente eterno de Corea del Norte; Jair Bolsonaro, presidente de Brasil famoso por sus groserías y sus insultos; o el flamante nuevo primer ministro británico Boris Johnson, que se dirige a los periodistas como “sanguijuelas y parásitos”. Esa peligrosa combinación de irresponsabilidad y deshinibición no parece la fórmula más apropiada para gobernar un país y para mantener los equilibrios necesarios dentro de las estructuras del poder.

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Idiocracia: ¿caminamos hacia un mundo gobernado por idiotas?

La estupidez humana suele mostrar signos claros y evidentes, como el crecimiento de la superstición, la dependencia de la tecnología o el desprecio por la ciencia. Douglas T. Kenrick, profesor de psicología en la Universidad de Arizona y experto en conducta y pensamiento humano, considera que la distopía planteada en “Idiocracía” puede estar más cerca de la realidad de lo que creemos.

Según Kenrick, “existen numerosos estudios que demuestran que el aumento de la estupidez está relacionado con el decrecimiento económico de un país”. Además esa connivencia de estupidez y pobreza lleva a muchos ciudadanos a votar a políticos ultraconservadores que prometen soluciones demagógicas y que son precisamente los que no fomentan la educación, la investigación científica o la libertad religiosa. Ese bucle acentúa la estupidez y favorece el crecimiento de una población cuyo voto se convierte una poderosa herramienta de autodestrucción. ¿Caminamos inexorablemente hacia una sociedad gobernada por idiotas o aún estamos a tiempo de evitarlo?