Happycracia: la obligación de ser feliz

Hoy la felicidad no se desea. Ni se encuentra. Hoy la felicidad se exige. En la sociedad actual la felicidad se ha convertido en una obligación. Todos debemos ser felices y debemos exhibir nuestra felicidad a los cuatro vientos. No ser feliz es sinónimo de fracaso y supone un estigma que ensucia nuestra imagen. Pero cuando esta obsesión por la felicidad se mezcla con la necesidad de reconocimiento social, una personalidad frágil y el veneno del hiperconsumo, el cocktail puede ser una bomba.

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Happycracia: una enfermedad de la sociedad moderna

En los últimos años han brotado como setas los oradores motivacionales, los cursos de coaching y los libros de autoayuda. Hace unos años, si buscabas libros sobre la felicidad en Amazon te aparecían unos 300 resultados. En la actualidad te aparecen más de 3.000. Los profesionales que están detrás de este gigantesca industria de la felicidad hablan de la felicidad como un objetivo fácilmente alcanzable. Hoy la vida parece haberse convertido en un reality show donde la felicidad ya no es el gran premio final sino las bases del concurso. Frivolizamos con la gestión de nuestras emociones y utilizamos las redes sociales como un escaparate para mostrar lo felices que somos. Sin embargo, las consultas de los psicológicos, los psiquiatras y los terapeutas están llenas. Y el índice de suicidios no para de ascender. ¿Qué nos está pasando?

La socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas son muy críticos con este fenómeno. Durante años han investigado la felicidad y han publicado recientemente sus resultados en un libro que se ha convertido en un best seller en Francia: Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas. Según Illouz y Cabanas “la industria de la felicidad, que cada año mueve miles de millones de euros, puede moldear a los individuos y convertirles en criaturas capaces de oponer resistencia a los sentimientos negativos”. Este planteamiento despierta una sospecha: ¿No estaremos ante una nueva argucia para convencernos de que la felicidad, al igual que la riqueza, el éxito o la salud, son simplemente una elección nuestra? ¿No estaremos asistiendo a una nueva vuelta de tuerca del ultraliberalismo cuyo objetivo es convertirnos en los únicos responsables de nuestra felicidad? En otras palabras, si no eres feliz es por tu culpa.

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La búsqueda de la felicidad: un enigma para el homo sapiens

La búsqueda de la felicidad es un fenómeno relativamente reciente. En el pasado la inmensa mayoría de los seres humanos dedicaban sus energías exclusivamente a sobrevivir. En el año 1800 la esperanza de vida se situaba en los 37 años, y un siglo después, a finales del siglo XIX ascendía hasta los 48 años. Las guerras y las plagas acaparaban toda la atención. En la actualidad los largos períodos de paz y los avances científicos nos han permitido superar los 80 años de edad y no es extraño encontrar ancianos que celebran sus 100 años de existencia. Esta situación novedosa ha sorprendido a nuestro cerebro, que, pese a las innumerables cualidades que atesora, sigue siendo el mismo que hace un millón de años y ni siquiera tiene aún “la búsqueda de la felicidad” en su bandeja de tareas pendientes. Tenemos mucha experiencia en cómo alimentarnos, cómo reproducirnos o cómo defendernos, pero sin embargo somos unos absolutos ignorantes en el arte de encontrar la felicidad.

Según Edgar Cabanas, co-autor de Happycracia “el hombre feliz de la modernidad es un individuo excesivamente centrado en sí mismo, obsesionado por su vida emocional. Es un ser muy retraído hacia su mundo interior. Y esto tiene consecuencias”. En este contexto la búsqueda de la felicidad parece haberse quedado reducida a una receta que ofrece resultados garantizados a todo el mundo por igual sin tener en cuenta su entorno social. Este modelo simplista se basa en que la solución a todos los problemas pasa por la satisfacción personal. Sin embargo a esta búsqueda obsesiva y egocéntrica de la felicidad le están surgiendo cada vez más críticos.

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La psicología positiva: la ciencia de la felicidad

La psicología positiva es un movimiento surgido a finales de la década de los noventa, impulsado por Martin Seligman, profesor de la Universidad de Pensilvania (USA) y antiguo director de la Asociacion Estadounidense de Psicología. A diferencia de la psicología tradicional, la psicología positiva se enfoca en los puntos fuertes del individuo en vez de en sus puntos débiles. Esta idea aparentemente obvia ha supuesto una revolución en el ámbito de la psicología, que hasta entonces siempre se había centrado en los aspectos negativos del individuo, su sufrimiento, sus traumas o sus obsesiones. Por ejemplo, si un niño obtiene pésimas calificaciones en Matemáticas pero al mismo tiempo le encanta la Música y su nota es excelente en esa materia, la psicología positiva recomendaría que el niño dedicara más tiempo al estudio de la Música.

Este enfoque, que se ha trasladado a la esfera de la salud, la empresa o la política, también está despertando criticas desde numerosos ámbitos. La psicóloga norteamericana Barbara S. Held, una de sus principales detractoras, se refiere a la psicología positiva como “la tiranía de la actitud positiva” y considera que si las emociones positivas son siempre el objetivo podemos llegar a trivializarlas. Barbara S. Held llega a afirmar que “la creciente presión para ser felices, para sonreír y ver siempre el lado positivo de la vida, puede hacernos sentir incluso peor. No sólo no te sientes mal por lo que te está afectando en primer lugar, sino además te sientes culpable por no sentirte bien. Si no puedes “to have a nice day” será un fracaso personal”.

Estas diferentes visiones de la felicidad invitan a percibirla como un complejo poliedro donde no hay sitio para los dogmas ni las verdades absolutas. Por esa razón la próxima vez que alguien nos pregunte si vemos la botella medio llena o medio vacía, deberíamos pensarlo dos veces.