¿En qué escuela de negocios se formaría hoy Nelson Mandela?

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Las escuelas de negocios suelen centrarse prioritariamente en los aspectos económicos de la gestión directiva y llegan a ignorar temas como la ética, la satisfacción de los empleados o el impacto medioambiental. Para sus detractores, las escuelas de negocios sólo piensan en el dinero y aportan legitimidad a muchos directivos a la hora de tomar decisiones que fomentan la desigualdad y un crecimiento económico irresponsable.

Sin embargo, cada vez son más los directivos que están comprometidos con la sociedad y con el medio ambiente. Su estilo de gestión está basado en valores y su liderazgo suele ejercer una influencia muy positiva sobre sus colaboradores. Para ellos la Responsabilidad Social Corporativa representa mucho más que unas siglas y la convierten en la savia que debe recorrer todos los estamentos de sus compañías. Estos directivos de nueva hornada, hombres y mujeres idealistas que intentan mejorar el mundo que les rodea, forman un colectivo cada vez más numeroso y ven en la empresa un poderoso motor de cambio. Sin embargo, muchos de estos directivos y directivas sienten demasiadas veces que aún predican en el desierto.

Para analizar con perspectiva la situación es conveniente remontarse unos pocos años atrás, sobre todo cuando la crisis económica azotaba a la sociedad con mayor crudeza. En 2015 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un club que agrupa a los países más desarrollados del planeta, recomendó a sus socios que introdujeran profundas reformas educativas para atajar conductas corruptas y antiéticas entre los directivos. Tal como publicó en 2015 el diario El País en este artículo, el secretario general de la organización, el mexicano José Ángel Gurría llegó a declarar en el Foro Global de Conductas Responsables de Negocios, celebrado aquel año en París, que “era necesario invertir en las personas” e hizo un llamamiento dirigido a “fomentar las inversiones para crear trabajos dignos y bien pagados”. El dirigente de la OCDE insistió en la necesidad de realizar una profunda revisión a escala global de los planes de estudio de las escuelas de negocios y de sus MBA, sus másteres en gestión empresarial. También ese año Santiago Íñiguez, presidente de una de las escuelas de negocios más prestigiosas de España, el Instituto de Empresa (IE), reconoció la necesidad de realizar una profunda autocrítica y afirmó que “las escuelas de negocios ya habían tomado medidas, como el fortalecimiento de los cursos de ética empresarial, de Responsabilidad Social Corporativa y de deontología profesional”.

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Esta corriente de autocrítica y mejores prácticas parece anunciar el inicio de una nueva era en el ámbito empresarial, aunque para algunos jóvenes directivos sólo se trata de un tratamiento cosmético y no aborda en profundidad las reformas necesarias. Si queremos que nuestra sociedad avance en una dirección sostenible y resolvamos los graves problemas que nos acucian, como el desempleo o el cambio climático, por citar solo algunos, necesitamos líderes que no se enfoquen únicamente en la cuenta de resultados.

En el artículo citado anteriormente publicado en El País, dirigentes de otras escuelas de negocios reconocían la mala praxis empleada por algunos directivos durante los años de bonanza económica. Simón Reyes, director general de ESIC en 2015 y actual presidente de honor, afirmaba que “buena parte de la crisis que atravesamos tuvo su origen en la laxitud de comportamiento con la que algunos directivos se condujeron”.

Es muy posible que el mantra “los mercados se regulan solos” ejerciera un efecto liberador para algunos directivos y constituyera la excusa ideal para maximizar sus ingresos personales, sin tener en cuenta el impacto negativo que pudiera tener esa decisión sobre el futuro de su empresa, la sociedad o el medio ambiente. Basta recordar el cobro de indemnizaciones millonarias en empresas que estaban a punto de llegar a la quiebra no hace mucho tiempo atrás.

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Rafael García, fundador y director de CMI Business School, una nueva escuela de negocios especializada en Responsabilidad Social Corporativa, asegura que “si bien es cierto que muchas escuelas de negocios están incorporando cada vez más asignaturas sobre sostenibilidad y responsabilidad social, no existía hasta hoy una escuela que estuviera específicamente centrada en este tema”. CMI Business School es la primera escuela de negocios especializada en Responsabilidad Social Corporativa y tal y como dice su web “nace para contribuir a la paz y armonía de las organizaciones con la sociedad y la naturaleza, impartiendo programas de formación de excelencia en su escuela de negocios”. El nombre del MBA que imparte en sus aulas no pasa desapercibido: MBA Responsable. Se trata de un programa formativo que pretende desarrollar las habilidades de los directivos para alcanzar una gestión consciente de empresas y organizaciones. Rafael García afirma que fundó CMI para que “sirviera de inspiración a otras personas para contribuir a mejorar el mundo, convertirlo en un lugar mejor. Por eso pusimos en marcha CMI, con la intención de crear un centro de referencia en formación empresarial y responsabilidad social corporativa”.

Después de unos años de confusión y de cierto oportunismo por parte de algunas compañías que entendieron la Responsabilidad Social Corporativa más como un reclamo cosmético que como un nuevo modelo de dirección transversal que afecta a todos los ámbitos de la empresa, parece que podemos estar asistiendo a un nuevo renacer de la Responsabilidad Social Corporativa. En esta nueva etapa son cada vez más los directivos que de forma sincera y consciente quieren implantar en sus empresas un modelo de gestión comprometido con el bienestar de las personas y con la preservación del medio ambiente. En ese nuevo modelo de gestión palabras como compasión, consciencia o empatía pueden convivir perfectamente con otros conceptos como rentabilidad, beneficio o dividendos.