El descenso de Kukulkán

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Es 21 de marzo, equinoccio de primavera. El sol inicia su despedida. Es entonces cuando la magia invade la ciudad de Chichén Itzá. Un día clave en el calendario maya que no pasa inadvertido por la Pirámide de Kukulkán. Sinuosamente, la serpiente emplumada repta desde la cima hasta la base. Un momento único, de los que cortan la respiración de los allí presentes. Todo responde a una ilusión óptica diseñada con precisión sobre los muros y ángulos de esta impresionante edificación para conmemorar “el descenso de Kukulkán”. Y es que Kukulkán fue el dios de la agricultura para los mayas, así este fenómeno marca las épocas productivas para cultivar (entre equinoccio de primavera y otoño).

La pirámide funciona a modo de calendario indicando los cambios de estación. Un ejemplo que pone de manifiesto los grandes conocimientos de astronomía, matemáticas y geometría que tenía la cultura maya. Cada bloque de piedra fue colocado con precisión, nada se escapaba de sus cálculos, haciendo de Chichen Itzá una ciudad orgánica que parece tener vida propia. Erigida por los mayas en el año 525 d.C. está ubicada en la península mexicana de Yucatán. Su nombre en maya significa “la boca del pozo de los brujos del agua” porque guía el camino hacia el “Cenote sagrado”.

El misterio impregna sus muros. Pasear por sus rincones es viajar en el tiempo a un momento de la historia aún por descifrar. Y es que con la llegada de los españoles se quemaron casi todos los códices, desapareciendo con sus hojas también sus secretos. Parece imposible contemplar este espectacular enclave arqueológico sin quedar impresionado. Imagina los rituales sagrados que llevarían a cabo, los sacrificios humanos y las guerras que se libraron por conquistarla. Sin duda, un destino imprescindible para cualquier viajero.