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Conocemos el precio de todo y no damos valor a nada

La célebre cita con la que damos título a este artículo pertenece al escritor Oscar Wilde describe a la perfección a la sociedad en la que nos encontramos. La sociedad actual, las personas que la componemos hemos dejado que el precio de las cosas dirija nuestro criterio a la hora de comprar. Los precios bajos, el ansia por tener cada vez más cosas, este desenfrenado consumismo en el que vivimos nos empujan a creer que seremos únicamente felices si adquirimos cada vez más cosas, sin importar el valor real de las cosas que compramos, ni su calidad, ni si realmente lo necesitamos, ni en qué condiciones fueron hechas.

Desgraciadamente este ritmo de consumo masivo sin cabeza es tan aplicable para la industria textil como para la alimentaria, pues vivimos rodeados de precios hasta tal punto que prácticamente es la única variable que tenemos en cuenta a la hora de comprar. Por lo que el valor de las cosas pasa completamente desapercibido, a nuestra sociedad poco le interesa los derechos humanos, la calidad, la huella de carbono; únicamente le interesa que sea barato y pueda obtenerlo en el momento. Si no se cumplen esos dos factores parece que tenemos poco que hacer.

Pero en una sociedad en la que reina el egoísmo y la individualidad, en la que nos regimos únicamente por el precio y nos olvidamos hasta el valor de las personas y de nuestros propios derechos; existe un colectivo de personas que deciden abrir sus ojos y ver realmente el valor de lo que nos rodea, le dan la importancia que se merece a la naturaleza y a los derechos humanos (vida digna, empoderar a las mujeres y prohibición del trabajo infantil entre otros…).

Como consumidores tenemos un gran poder, el poder de cómo queremos que sea el mundo en el que vivimos. Todo poder conlleva una gran responsabilidad y es por eso que debemos ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos de consumo. Si compro una camiseta de 3 euros, el precio real de esa camiseta se está pagando en forma de explotación laboral o explotación medioambiental, normalmente suele darse ambos casos a la vez.

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¿Cómo podemos dejar de formar parte de esta espiral de consumo inconsciente?

Es más fácil de lo que creemos y es que consumir de forma responsable y consciente requiere algo de nuestra atención, pero la clave de todo es informarse, leer las etiquetas, fijándonos en las certificaciones, apoyar el consumo local y de proximidad. Contamos con más herramientas de las que creemos, únicamente debemos de abrir un poco más los ojos. Empezar a consumir de otra manera puede resultarnos un desafío y tal vez nos lleve algo de tiempo al principio, pero a la larga la naturaleza, los pequeños productores y tu salud te lo agradecerá.

Optando por productos de Comercio Justo y ecológicos no solo estamos poniendo nuestro granito de arena a este tipo de consumo, sino que es un llamamiento para las empresas para que cambien su forma de producir, y de esta forma vivir más conscientemente y en mayor equilibrio con todo lo que nos rodea.

Como todo tipo de cambio, el cambio a un consumo responsable debe hacerse de forma paulatina y sin ningún tipo de imposición. Con suerte ya existen varias tiendas y supermercados que se están dando cuenta de este cambio en los consumidores y por eso podemos encontrar pasillos o rincones con productos ecológicos y de Comercio Justo, lo que más abunda es el café, chocolate, arroz y té. Una buena idea es empezando por cambiar el té o el café que solemos comprar por uno de Comercio Justo, con cada compra que haces es un voto por el mundo en el que quieres vivir, eligiendo Comercio Justo es apostar por la dignidad de las personas.

Laura Perona Sánchez • Responsable de Comunicación • FAIRTRADE IBÉRICA
Publicado en el nº 13 de la revista Ideas Imprescindibles