Seguimos el camino con la intención de llegar hasta Sutri

Todavía en Viterbo visitamos la iglesia de Santa María de la Veritá en la que nos llama la atención un cuadro llamado “La Pietá” por la luz que contiene. Salimos al camino con la intención de llegar hasta Sutri, a unos 30 kms de distancia. Pensamos que será un último esfuerzo que nos permitirá llegar en tres días más a Roma. Después de Ponte di Cetti llegamos a Pian de San Martino y luego unos 3 kms antes de Vetralla nos llama un cura que ha dejado su coche junto a la carretera. Se llama don Luigi, nos ha visto andando por el camino y nos ha esperado para que comamos con él y los asilados en su parroquia. En consecuencia quedamos con él en la iglesia de San Francisco de Vetralla, a donde llegamos una hora después. Todos han esperado nuestra llegada y pasamos al comedor para tomar una pequeña colación, igual para todos los presentes. Un gran tipo este don Luigi. Al final, dirigimos un pequeño discurso a los asistentes (en su mayoría niños) y salimos de la parroquia y de Vetralla. En Sutri, el párroco no nos hace el menor caso, ni siquiera cuando le recordamos las palabras de Jesús afirmando la obligación de asistir al peregrino como si fuera a él mismo y vamos a las carmelitas. Allí una suore y otra después nos dicen que a menos de que paguemos 15 € por cabeza no podremos dormir allí y no queda otro remedio que hacerlo así. Estas monjas tampoco han entendido el mensaje del Señor, y tienen muy presente que no deben dar nada por nada. Que distintas a don Luigi. Rezaremos por ellas.

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Tras caminar 31 Km llegamos a Viterbo, una ciudad muy grande

Rina sale a despedirnos y nos regala una especie de panetone riquísimo, de un kilo y nombre “colomba”.
Carretera estrecha, con curvas y prácticamente plana. A la derecha el lago Bolsena que vamos bordeando y a la izquierda los montes y sus laderas que a veces caen en pendiente acusada sobre la carretera. Llueve mucho y no podemos parar para hacer alguna foto que, por otra parte, no sería nada significativa. Cerca de Montefiascone vuelven las curvas con subidas y bajadas y acaba desapareciendo el lago. Tras un descenso pronunciado llegamos a Montefiascone y detenemos la andadura para hacer algunas fotos. Luego pasamos por Zepponami y otro pueblo cuyo nombre no recuerdo. Vemos por vez primera en Italia un rebaño de ovejas. En el restaurante Fel Gas que hay en una gasolinera Gian Lucca nos da de comer y seguimos hacia Viterbo, una ciudad grande cuya tediosa y larga entrada recuerda a la de Burgos en el Camino de Santiago. Aquí, tras muchas intentonas nadie nos da hospitalidad y, muy cansados por los 31 kms recorridos nos metemos en el hotel Viterbo Inn por el módico precio de 30 € los dos tras explicar el viaje que realizamos.

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Llegamos a Bolsena, tras haber cubierto 20 km de etapa

Antes de salir de Aquaponte vamos a la “caserna” de los carabinieri para entregar una cartera que Kiko se encontró ayer al entrar en la ciudad. Como es lógico la habían robado y, después de coger los billetes que tuviera la arrojaron a la carretera. En consecuencia estamos un buen rato allí y Kiko debe firmar un formulario que acredita la entrega. Luego vamos a la basílica donde está la cripta del Santo Sepulcro y al verla abierta la visitamos. Cuando emprendemos la marcha lo hacemos por un terreno más llano y un paisaje cada vez menos suave que el de la Toscana. En San Lorenzo Nuovo entramos a ver la iglesia y al salir de ese “paese” avistamos el lago Bolsena, con un par de islas en su interior. En una continua bajada, y con solo un largo descanso con baño de pies incluido, llegamos a Bolsena, tras haber cubierto los 20 kms de la etapa. Sin tener que pagar nada nos alojamos en la “Casa di Preghiera Santa Cristina”, gracias a la amable alberguera Rina, que nos trata con mucho afecto. Gracias le son dadas.

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Salimos de Siena, ciudad de calles tortuosas y empinadas

A pesar de la copiosa cena que nos puso sor Ginetta dormimos bien. Salimos del albergue y el día está totalmente nublado y con una lluvia que salvo escasos momentos acompañará nuestro caminar. Pasamos la plaza del Mercado y la del Campo y vamos a fotografiar el “duomo”. Lo hacemos sin problemas por fuera, pero debemos discutir con una joven que nos prohíbe entrar y convencer a un cura que en principio también se negaba a dejarnos pasar. Luego debemos salir porque otro joven, éste muy airado, se pone pesado y no queremos enfrentarnos más. La salida de Siena es muy pesada, con calles tortuosas y empinadas que parece que nunca van a acabar y continuas casas viejas de ladrillo rojo. Sin que la lluvia nos permita hacer fotos abandonamos por fin la ciudad y caminamos por las crestas de las colinas, viendo como los caserios se suceden pintando de color rojo el mar de color verde que forman los trigales que alternan con plantaciones de habas. La carretera SR2 que seguimos es ¡como no! estrecha, con continuas curvas y sin arcenes. Así pasamos Isola d’Arbia y Monteroni d’Arbia, donde no encontramos lugar donde dormir. En consecuencia seguimos camino y dejamos atrás también Lucignano d’Arbia para llegar a Ponte d’Arbia donde un señor inválido, de nombre Dino, que va en un cochecito de ruedas nos ofrece dormir gratis en el albergue de la Vía Francigena. El lugar está muy bien y dejando las mochilas nos encaminamos al restaurante que está enfrente y, tras pedirlo, nos dan una excelente comida. En dueño se llama Mali, y su hijo Nadim, son de origen palestino (concretamente de Amman, en Jordania) y verdaderamente generosos. Luego, con los diez euros que nos dio hace unos días una mujer, compramos la cena que cocinaremos esta noche en el albergue (espagueti con salsa arrabiata y fruta) y también leche y galletas para el desayuno de mañana.

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Llegamos al castillo de Staggia de Senese

Desayunamos en el hotel. El sistema es de autoservicio y lo hacemos contundentemente. El día es precioso y caminamos hacia Monteriggioni, subiendo y bajando colinas. No resulta cansado y disfrutamos del paisaje y el paseo, más aún sabiendo que quedan pocos días para llegar a Roma y después echaremos de menos tanta naturaleza y libertad. Hacemos una parada para descansar, respirar a fondo mirando al sol y abrazar algunos árboles, lo cual nos llena de energía. Al comenzar la marcha, curiosamente, a los dos nos dolían un poco las rodillas, pero eso pasó pronto y ahora están perfectamente. Pasamos por Bellavista, Malasalita, Caduta y otro pueblo llamado Staggia de Senese que tiene un bonito castillo. Finalmente, después de una empinada cuesta, llegamos al turístico Monteriggione, amurallado encima de un monte. Pedimos comida en el restaurante “Antico Travaglio”, donde Fabricio y la boliviana Estrella nos sirven un gran plato de espaguetis con tomate y queso, agua, pan y café. No encontramos ningún sitio donde entrar sin pagar y decidimos seguir hasta Siena, donde nos han hablado de la suore Gineta que siempre da asilo a los peregrinos en su Casa Santa Luisa. El camino hasta allí no ofrece nada verdaderamente notable, lo que unido al cansancio por los 27/28 kms que hacemos en total para llegar a Siena hace que nos entretengamos lo menos posible con fotos y admiración del paisaje. Ya en Siena los franciscanos dicen no poder darnos nada y recomiendan ir a la suore Gineta. Así lo hacemos y ésta nos brinda una excelente acogida: nos instala en una habitación con dos camas y baño completo diciendo que tendremos cena y desayuno por la mañana.

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La magia de los hábitos clave

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Existen algunos hábitos que son más esenciales que otros, por el simple hecho de que sirven como áncora para otros hábitos positivos. Son hábitos con un efecto dominó sobre tu día a día, ya que facilitan la creación de otros hábitos positivos.

Yo los llamo los hábitos clave, porque te abren pequeños atajos a desarrollar o asentar otros hábitos sin que tengas que empezar desde el principio. Los hábitos adyacentes al hábito clave cuestan mucho menos que el hábito original.

Características de un hábito clave:

Los hábitos clave tienen una característica en común: te permiten crear otros hábitos sin generar estrés, agobio o quitarte aún más de tu valioso tiempo. Por lo tanto son hábitos que por su diseño aumentan tu disponibilidad de tiempo (algunos hábitos de productividad), te generan más energía (hábitos de alimentación, de sueño, de salud) o te propician más tranquilidad (hábitos de minimalismo).

Además, un hábito clave se siente bien (o por lo menos el resultado te convence), tanto que te dan ganas de seguir mejorando tu rutina para poder tener aún más tiempo, más energía o más tranquilidad.

El reto está en encontrar tus propios hábitos clave, porque son tan individuales como tú. Lo que me funciona a mí, quizás no te funciona para nada. Por eso es tan importante no desistir, sino seguir experimentando. Si una estrategia no te funciona el problema no eres tú. El problema es que la estrategia no es la adecuada para ti.

Mis propios hábitos clave:

Aún así, te voy a comentar mis propias estrategias para que tengas un punto de partida para empezar. Pruébalas, quédate con lo que te sirve y descarta lo demás. Al final de cuentas tus hábitos se tienen que ajustar a ti, no a mí.

La planificación del día (la noche anterior):

Cada noche, antes de irme a dormir escribo en un papel (sí, con un boli, en un papel de verdad) las dos o tres tareas más importantes para el día siguiente. Son tareas que me acercan a mis objetivos y que no necesariamente tengan una fecha de entrega (porque lo urgente de alguna forma siempre se hace).

Resultado: soy mucho más productiva por las mañanas, porque sé exactamente lo que quiero conseguir cada día. No pierdo tiempo discutiendo conmigo misma con que voy a empezar hoy y además trabajo mucho más concentrada. Además ahora sé cuanto tiempo tardan las diferentes tareas, un conocimiento que puedo utilizar en la planificación semanal para integrar mi planificación más fielmente dentro de mi estrategia a largo plazo.

La meditación matutina:

Me levanto siempre a la misma hora, y tres minutos después estoy sentada en mi rincón de la meditación para concentrarme en mi respiración durante aproximadamente 15 minutos. Hay días que me cuesta mucho y hay días que me cuesta mogollón. No llego a estados de iluminación superior y a veces los quince minutos son los más largos de todo el día. Este hábito no vino nada fácil.

Resultado: estoy mucho más equilibrada, más paciente, me altero menos y por lo tanto consigo resolver muchos problemas con más facilidad que si los atacase llena de ira e irritación. He mejorado mi paciencia con aquellas cosas que no puedo cambiar (la velocidad de internet en la montaña, la cola en la Seguridad Social, los semáforos en rojo) y me altero menos cuando lo que sí puedo cambiar tarda más de lo esperado.

El grupo de seguimiento:

Cada lunes defino lo que tengo planificado para esta semana y lo comparto con mi propia coach. Es el mismo procedimiento que ofrezco en el grupo Mentes Inquietas, donde las participantes cada lunes se comprometen a cumplir con una serie de objetivos. No hay consecuencia “real” si no cumplen con estos objetivos, sin embargo tienen un grupo para pedir ayuda y apoyo, para buscar soluciones cuando alguien se queda atascado y para celebrar aquellas cosas que sí han funcionado.

Resultado: saber que el viernes alguien preguntará como ha ido mi semana, me disciplina bastante (los viernes son muy productivos).

¿Cuál es tu hábito clave?

Quizás quieres crear un planificación semanal de comidas para eliminar la discusión nocturna del “qué comemos hoy” y eliminar este punto de estrés de tu vida. Quizás puedes elevar tu nivel de energía por dormir una hora más. O a lo mejor tan solo te falta hacer la limpieza de tu lista de tareas con más frecuencia.

Y si necesitas ayuda en descubrir y asentar tu hábito, para eso está Mentes Inquietas.

 

Artículo escrito por Valentina Thorner • Blog ValeDeOro • www.valentinathorner.com

Publicado en el nº 9 de la revista Ideas Imprescindibles

 

Dejamos atrás Tavarnelle

Desayunamos los restos que quedan de lo que nos dio ayer don Maximiliano (junto a algunos otros recibidos anteriormente) y salimos temprano al camino. Otro buen día. Los paisajes verdes, varios riachuelos y un par de castillos sobre los montes cercanos donde distraer nuestra mirada en la jornada. Nada más salir emprendemos una larga bajada que nos lleva hasta Calzaiolo. Luego vemos la iglesia de San Colombano y dejamos atrás Tavarnelle. La estrecha carretera está momentáneamente cortada porque una furgoneta ha tenido un accidente y ha llegado una ambulancia. Como nosotros si podemos, seguros de que la cosa no debe ser grave seguimos nuestro camino. Dejamos también atrás Barberino y, viendo algunas haciendas agrícolas en la distancia y continuos campos de viñedo (es la tierra del chianti) pasamos San Martino e iniciamos otro largo y pesado descenso que nos deja en Poggibonsi. Muy cansados por los 25 kms recorridos.
Vemos una espadaña y vamos allí para solucionar donde pasar la noche. Pero el cura no está, nos acercamos a un restaurante para pedir algo de comer y hacer tiempo. Nos dan dos “panini” que, unidos a una hogaza de pan y 300 gramos de mortadela que sacamos en dos locales contiguos, serán nuestra comida de hoy. La joven de la mortadela es de Badajoz, muy simpática, se llama Elena, lleva cinco años en Italia y es una de las dueñas del local. (Lo suponemos por el letrero de la fachada).
No conseguimos alojamiento gratuito en ningún sitio y acabamos en una habitación del hotel Alcide, por 45 €, desayunos incluidos.

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Cruzamos un cementerio de 5.000 tumbas camino a la Toscana

Tal como pensamos ayer, salimos andando hacia San Casciano Val di Pesa. Abandonar Florencia cuesta bastante tiempo, lo que nos lleva a pensar que los 16 km que dicen que hay hasta esa localidad serán algunos más. Día muy bueno y soleado. El paisaje es el propio de la Toscana, y muy bonito. La carretera es a veces empinada y siempre peligrosa por la estrechez de la misma y sus muchas curvas, combinación realmente temible con demasiada frecuencia. Lo más notable del día es la visita a un cementerio de soldados americanos muertos en combate en el norte de Italia en el curso de la segunda guerra mundial, (unas 5000 tumbas. Cuatro kms antes de acometer la larga cuesta que nos llevará hasta nuestro destino. Paramos en el restaurante Trattoria di’sor Paolo, y su dueño, Mario, nos da de comer sentados a una mesa. Ya en San Casciano Val di Pesa, el prete de la iglesia de San Cassiano, don Maximiliano, nos acoge en una sala para festejos de la parroquia que tienen junto a una pequeña iglesia en las afueras. Al decirle que yo no llevo saco de dormir ni esterilla, contesta que lo solucionará. Efectivamente: al poco dos mujeres traen un somier y un colchón que, junto a la manta que él mismo me entrega, harán que hoy duerma como un bendito. Por último nos da una bolsa con mucha comida para que cenemos.

Olvidaba decir que lo de dormir se ha arreglado gracias a una señorita chilena a la que me he dirigido para preguntarle como se podía localizar al prete. Se llama Verónica y ha hecho todo lo posible por ayudarnos hasta conseguirlo. Curiosamente, como en otras ocasiones, estas personas surgen en el momento oportuno, y nos dirigimos a ellas, sin saber por qué, aunque haya otras cerca. Sé que parece una tontería, pero parecen puestas en el camino para hacérnoslo más grato.

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Llegamos a Florencia

A las diez y media llegamos a Florencia, y después de pedir en más de diez sitios e ir de un lado a otro nos han acogido unas monjas, pero solo hoy. Mañana Kiko lo tiene ya arreglado pero el domingo (para él) y el lunes para los dos (yo ya habré regresado) está de momento negro. Como siempre confiamos en arreglarlo. Mando unas fotos del duomo de Florencia (ciudad turística sin duda, pero a la vez inhumana).
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Cruzamos la frontera entre Bologna y Firenze con la rodilla recuperada

Nos levantamos a las seis y desayunamos con don Fabrizzio que antes nos ha enseñado el magnífico museo de piezas religiosas que ha formado en su iglesia de Santa Maria Assunta. Luego nos acompaña hasta el comienzo de la carretera que nos llevará a Montecarelli y en ella nos da su bendición. Un gran hombre el prete don Fabrizzio. En un día nuevamente espléndido, con la rodilla de Miguel, en perfectas condiciones tras el descanso y los masajes con ungüentos varios, acometemos las empinadas cuestas y constantes curvas que nos llevan atravesando pueblos como Ca Costa.

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