Bibliotecas humanas: un espacio de diálogo y tolerancia
Las bibliotecas humanas nacieron en Dinamarca en torno al año 2000 con el objetivo de compartir experiencias a través del contacto humano. En las bibliotecas humanas la idea no es prestar libros, sino compartir historias personales para romper estereotipos y acercar realidades que en la mayoría de los casos nos parecen muy alejadas de nuestra vida diaria.
En las bibliotecas humanas cada persona que se ofrece como libro humano lo hace de forma totalmente voluntaria y gratuita. Los libros humanos suelen ser emigrantes, enfermos, refugiados, discapacitados, transexuales, personas con una historia a sus espaldas, a veces trágica, que los convierte en auténticos maestros de esta complicada aventura que llamamos vida. Al compartir sus vivencias, otras personas aprenden de ellos nuevas realidades y empatizan con su situación, rompiendo prejuicios y fomentando el diálogo, la tolerancia y la comprensión entre hombres y mujeres de diferentes razas, culturas y religiones. Las bibliotecas humanas nos enseñan que, como ocurre con los libros, a los que no se les debe juzgar sólo por su portada, a las personas tampoco hay que juzgarlas por sus aspectos externos. Detrás de cada persona hay una historia que ha marcado su vida y que la engrandece como ser humano.
Las bibliotecas humanas nacieron para poner en entredicho los prejuicios
La primera biblioteca humana que se conoce abrió sus puertas en Copenhage en el año 2000, dentro del Festival de Roskilde, uno de los mayores festivales de verano que se celebran en Europa. La iniciativa partía de la ONG Stop the Violence, en concreto su principal promotor fue un periodista llamado Ronni Abelger y su propósito era reducir la discriminación que existía entre los jóvenes, poniendo en entredicho los prejuicios y los estereotipos y promoviendo el diálogo, la tolerancia y la comprensión hacia personas de otras razas, culturas y religiones. En aquel momento, y tras años de una intensa inmigración, había empezado a brotar dentro de una parte de la sociedad danesa un sentimiento de rechazo hacia la población extranjera.
Para combatir esa tendencia, Ronni Abelger decidió poner en marcha esta original iniciativa. Aquella primera biblioteca humana inspiró a otros grupos, que decidieron abrir nuevas bibliotecas en otros lugares de Copenhague. La idea pronto desembocó en un movimiento que se organizó en torno a la marca “Human Library“. El objetivo de las bibliotecas humanas es ofrecer un lugar seguro para dialogar, libre de prejuicios, y donde los temas se debatan abiertamente entre “los libros humanos” y “sus lectores”.
Las bibliotecas humanas ofrecen a los visitantes títulos tan sugerentes como “Veterano de la Guerra de Irak”, “Historia de un gitano”, “Fui alcohólico”, “Sufrí abusos sexuales”, “Soy refugiada”, “Vivo en la calle”, “Hijo de supervivientes del Holocausto”, “Soy autista”, “Bipolar”, “Me convertí al islam”, “Soy sordociego”, “Vivo con VIH” “Creo en el poliamor” o “Crecí en un orfanato”. Detrás de cada título se esconde una historia apasionante, llena de vida, y que ofrece una visión que combate los prejuicios. Si quieres conocer algunos de estos libros humanos, haz click aquí.
Más de 80 países cuentan ya con bibliotecas humanas
El éxito que tuvieron las primeras bibliotecas humanas en Dinamarca animó a extender la idea por otros países. Rumanía, Islandia, Noruega, Canadá, India, Italia, Estados Unidos y Portugal fueron los siguientes países que se unieron a esta iniciativa. En España existen bibliotecas humanas en Madrid, Barcelona o Sevilla.
En un mundo tan deshumanizado y lleno de clichés, donde los whatsapp están sustituyendo a las conversaciones de café, las bibliotecas humanas ofrecen una nueva forma de aprender de los demás, de sus experiencias vitales. También pueden movilizar a una sociedad un tanto durmiente, quizás desorientada por la sobreabundancia de información. Las bibliotecas humanas pueden enseñarnos que la diversidad es una riqueza maravillosa, y nunca un problema; y que los prejuicios sólo sirven para separarnos.
Las bibliotecas humanas nos recuerdan que en este mundo tan tecnológico e hiperconectado, hacen falta más conversaciones, más interacción, más contacto humano. Escuchar a los demás con atención, sin prejuicios, con una mirada limpia y abierta, se ha convertido hoy en día en una imperiosa necesidad. Los otros, los que viven a nuestro lado y de los que no conocemos muchas veces ni su nombre, nunca deben ser extraños, son nuestros vecinos. Y sus historias pueden ser lecciones muy útiles para todos. Las bibliotecas humanas nos enseñan que las apariencias suelen engañar, y que las personas somos como portadas de libros que aún no hemos leído y que deberíamos leer.