¿Está la democracia en peligro de extinción?
Muchos analistas lo llevan advirtiendo. El sistema democrático occidental presenta ciertos síntomas de agotamiento. La corrupción, los altos índices de abstención o el poder de los medios de comunicación están afectando a la calidad de nuestra democracia. Además la hiperconectividad en la que vivimos hoy en día nos ofrece un océano de información donde las fake news campan a sus anchas. ¿Está la democracia en peligro?
¿Qué sucesos han conducido a esta crisis de la democracia?
En los últimos 30 años, los sistemas democráticos de todo el mundo han ido debilitándose paulatinamente a la misma velocidad – y quizás como consecuencia de ello – que han ido adquiriendo fuerza los nacionalismos y la extrema derecha.
Como principales causas de la pérdida de confianza de los ciudadanos en nuestros sistemas democráticos podemos citar seis:
En primer lugar, la corrupción. En la mayoría de los países democráticos han aparecido numerosos casos de corrupción que han afectado a gobernantes, políticos o jueces. En muchos países han sido los propios sistemas democráticos los que han generado mecanismos de autodefensa para proteger a los corruptos y para dificultar la labor de aquellas personas honradas que intentan denunciarlo. Esos oscuros tentáculos suelen alcanzar a los gobiernos, las instituciones, los medios de comunicación y la judicatura, por lo que las posibilidades de combatir la corrupción se han reducido drásticamente.
En segundo lugar, la desigualdad. Las diferencias entre ricos y pobres están provocando que una gran parte de la población se sienta desesperada y no confíe en que las vías políticas lleguen a solucionar algún día sus problemas a la hora de encontrar una vivienda digna o un tratamiento médico de calidad. Mientras tanto estas mismas personas ven todos los días en sus redes sociales como una minoría de privilegiados viven a cuerpo de rey, tomando el sol en sus yates o viajando en jets privados. Esta desigualdad está provocando una ola de frustración que está convirtiendo a una gran parte de la población en un caldo de cultivo muy útil para las opciones políticas de extrema derecha.
En tercer lugar, el papel predominante de las grandes corporaciones internacionales, que están ocupando un lugar decisivo en numerosos espacios de poder. Con su presencia intentan asegurar que las vías políticas tanto nacionales como internacionales siempre se encuentren en línea con sus intereses económicos. La facturación de algunas grandes corporaciones supera con creces el PIB de muchos países del mundo. Ese poder las convierte en agentes clave a la hora de tomar decisiones que afectan a la vida de millones de personas. En este sentido, los sectores más señalados son sin duda los bancos y las compañías energéticas. Además el poder de algunas de estas grandes corporaciones es tan inmenso que se las ingenian para reducir la cuantía de sus impuestos a cantidades a veces insultantes.
En cuarto lugar, la caída del bloque comunista. Sí, aunque ya quede lejos en el tiempo, la desintegración de la Unión Soviética dejó el terreno libre en Occidente a las versiones más radicales del liberalismo económico. Ni la propia Rusia ha sido ajena a esta tendencia, alcanzando en pocos años unos altos índices de pobreza dentro de su población y copiando los peores hábitos de las democracias occidentales. Esta radicalidad económica ha justificado en muchos países occidentales el deterioro de los sistemas de salud o educación, desprotegiendo a los más desfavorecidos. El fin del comunismo también provocó que los defensores más extremos del sistema capitalista sacaran pecho, aflorando el lado más desalmado de este sistema económico.
En quinto lugar, la inacción de los gobiernos ante la grave crisis climática. La irresponsabilidad de la mayoría de los gobernantes, empresas e instituciones está provocando en una parte de la población una estrategia de “sálvese quien pueda” ante el desinterés manifiesto de nuestro sistema democrático, que parece más preocupado por otros temas.
Y en sexto lugar, la sensación de fragilidad que se ha instalado en la sociedad tras las crisis provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania. Esta fragilidad está siendo utilizada con intereses espurios por algunos políticos populistas, que intentan rentabilizarla en busca de votos que les lleven al poder.
¿Qué hacer para mejorar la salud de la democracia?
En líneas generales, las evidencias y estudios que muestran el deterioro de la democracia y los recortes de derechos son tan sorprendentes como alarmantes. Pero lo que resulta aún más preocupante es la falta de conciencia sobre ello y, por lo tanto, la falta de respuesta. La necesidad de identificar el problema y darle difusión es imperiosa.
Antecedentes históricos
Según Samuel Huntington, en su libro The Third Wave, el mundo ha pasado por tres olas de democratización. Estos fenómenos se definirían como el conjunto de transiciones que tienen lugar de un régimen autoritario a otro democrático y que implican la democratización de sistemas políticos.
De esta manera, en nuestra historia reciente han tenido lugar tres olas de democratización cuyas consecuencias han tenido impacto en un número escaso de países.
Primera y segunda olas
La primera ola comienza al principio del siglo XIX y se prolonga hasta la Primera Guerra Mundial. La segunda también coincidió con el fin de otra gran contienda, la Segunda Guerra Mundial. En ambas olas se dio el fenómeno de una ola inversa, que padecieron países como España, Portugal, Grecia o Brasil, entre otros, donde la transición hacia el régimen democrático se produjo varios años después.
Tercera ola de democratización (1974-1990)
Analizando la tercera ola mundial de transiciones a la democracia, Huntington señala que las posibilidades de democratización de una sociedad aumentaban cuando los países entraban en una estabilidad socioeconómica. Cabe destacar que esta tercera ola comenzó con la revolución de los claveles en Portugal, en 1974.
Entre los años 1974 y 1990, una treintena de países entre el sur de Europa, América Latina y Europa del Este lograron pasar de un régimen autoritario a un sistema democrático. Según Huntington, esta avalancha de democratización se debió, sobre todo, al fin de la Guerra Fría, acontecimiento que provocó que Estados Unidos ya no tuviera que valerse de dictaduras militares para combatir el comunismo.
Volviendo a nuestros días y fijándonos en la tendencia a la repetición de ciertos acontecimientos mundiales relevantes, actualmente nos encontraríamos ante una nueva ola desestabilizadora. Esta ha sido ocasionada, como te decíamos al principio, por la debacle de la economía global, la corrupción enquistada en las democracias occidentales y la poca credibilidad que tienen actualmente los gobiernos occidentales, presentados en años pasados como ejemplo a seguir. Como golpe final a la democracia, volvemos a ser testigos de la rivalidad entre EE. UU. y Rusia con la invasión en Ucrania como escenario principal. ¿Nos esperan tiempos difíciles?