“La bicicleta de Tolstoi”: nunca es tarde para aprender
León Tolstoi aprendió a montar en bicicleta a los 67 años. Marie Curie aprendió a nadar cuando ya había cumplido los 50 años. Eisenhower empezó a pintar con 58 años. Son ejemplos que prueban que nunca es demasiado tarde para emprender una nueva aventura vital. Y no son los únicos.
Tolstoi dio su primer paseo en bicicleta a los 67 años
Mucha gente piensa que cuando se alcanza la madurez ya no es posible aprender nuevas disciplinas. Algunas personas afirman que el cerebro humano pierde plasticidad con los años y que los ancianos son incapaces de adquirir nuevos conocimientos. Numerosos estudios demuestran lo contrario. Según estos estudios, los adultos mayores muestran tasas de aprendizaje parecidas a las de los jóvenes. La plasticidad cerebral nos permite aprender durante toda la vida.
El caso de León Tolstoi fue tan llamativo que ha dado nombre a esta nueva idea. La historia empieza en 1896. La revista Scientific American publicó el 18 de abril de ese año: “El conde León Tolstoi, el novelista ruso, ahora ha aprendido a montar en bicicleta, para asombro de los campesinos de su finca”. Un mes antes, su hija Vanichka, de sólo siete años de edad, había fallecido. La Sociedad Moscovita de Amantes de los Velocípedos le había regalado a Tolstoi una bicicleta y un pequeño curso para que aprendiera a montar. En pocos día se convirtió en un ferviente apasionado de las dos ruedas. Y tenía 67 años.
Aquel suceso siempre ha sido utilizado por los defensores del aprendizaje tardío para dar impulso a sus ideas.
Durante muchas décadas la mayoría de los especialistas han afirmado que las redes de conexiones neuronales del cerebro adulto no podían modificarse. Y que una vez superada la infancia, ya era imposible aprender nada nuevo. Parece que nada de eso es cierto. Y ya no existen excusas para iniciarse en nuevas disciplinas a cualquier edad.
Bertie Gladwin, licenciado en Historia… con 92 años
En marzo de 2012 muchos medios de comunicación se hicieron eco de una sorprendente noticia. Un anciano de 92 años llamado Bertie Gladwin acababa de graduarse en la Universidad de Buckingham. Su caso era aún más inaudito porque Bertie Gladwin había abandonado los estudios a la edad de 14 años para trabajar como repartidor. Gladwin se había matriculado junto a su esposa, Wendy, 13 años menor que él, y que también obtuvo su diploma. En la ceremonia de graduación, Gladwin comentó que “lo que había querido demostrar era que nunca se es demasiado mayor para aprender”. El caso de Bertie Gladwin es sin duda una inspiración para todos. Pero hay más.
La historia de Anthony Brutto también es digna de mención. En 1939 inició la carrera de Arte en la Universidad de Virginia Occidental. Tres años después, en 1942, tuvo que abandonar sus estudios al ser llamado a filas por la Fuerza Aérea de Estados Unidos para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Al término de la contienda, Anthony Brutto empezó a trabajar en el negocio familiar, una fábrica de cemento, pero nunca renunció a su objetivo: retomar sus estudios. En 1946 por fin se dispuso a reemprender su carrera universitaria, pero repentinamente su esposa enfermó y de nuevo debió renunciar a su objetivo. 75 años después de haber empezado la carrera, en 2015, y a la edad de 94 años, pudo ver cumplido su sueño: graduarse en la Universidad de Virginia Occidental.
Cuando la sed de saber va a mayores
Hay más ejemplos de aprendizajes tardíos. Jaim Sasha abandonó Irak para emigrar a Israel cuando tenía sólo 16 años. Después de ser encarcelado a sus paso por Irán, consiguió llegar a Israel y se estableció en una comunidad agrícola. Durante cincuenta años trabajó en diversos empleos. Hasta que se jubiló. Entonces su hija le propuso empezar una carrera universitaria. Y Jaim aceptó el reto. A la edad de 67 años, Jaim Saisha se matriculó en la Universidad de Jerusalén. Pero su historia no termina ahí.
En 2018, a la edad de 88 años, Jaim Saisha podía presumir de haber obtenido seis títulos universitarios. Dos grados, Historia y Ciencias Islámicas, y cuatro másters, Ciencias Orientales, Ciencias Políticas, Estudios Judíos y Relaciones Internacionales. Pero su afán por aprender no se detuvo. A punto de cumplir 89 años, decidió matricularse en Geografía.
Kimlan Jinakul, una mujer tailandesa de 91 años, obtuvo en 2017 su título universitario en Ecología Humana. Casi 20 años antes, a la edad de 72 años, se había matriculado en la universidad Sukhothai Thammathirat, pero debido a unos problemas familiares tuvo que abandonar los estudios. Sin embargo, no se desanimó, y retornó a las clases en 2011, cuando ya había cumplido 85 años. Y esta vez sí pudo completar la carrera. Sukhothai Thammathirat, una universidad que no cobra matrícula a los estudiantes mayores de 60 años, cuenta cada curso con una media de 200 alumnos mayores de 60 años.
Estas historias deben ser un estímulo para todos aquellas personas adultas que quieren emprender un nuevo rumbo en su vida pero no se atreven. Ánimo, Adelante. Nunca es tarde.