¿Estamos maltratando a nuestros mayores?

La crisis del coronavirus está siendo especialmente cruel con las personas mayores. En España hasta la fecha el 95% de los fallecidos por la pandemia superaban los 65 años. Y casi la mitad (46,3%) eran octogenarios. Es evidente que la mortalidad se está cebando con las edades más avanzadas. Estas escalofriantes estadísticas han situado en el foco de la atención pública la situación de nuestras personas mayores, especialmente la de aquellas que son atendidas en residencias especializadas. ¿Hemos desentendido irresponsablemente las necesidades de nuestros mayores?

Las residencias de ancianos, en el centro de la polémica

Según los datos proporcionados por las comunidades autónomas, los fallecidos en residencias de ancianos se sitúan en 17.653, lo que supone el 67% del total notificado por el Ministerio de Sanidad. El elevado índice de mortalidad despertó sospechas desde el primer momento entre las autoridades sanitarias. De hecho, a día de hoy, un total de 143 residencias de ancianos están siendo investigadas por la Fiscalía, tras las numerosas denuncias presentadas por los familiares. Las noticias sobre las pésimas condiciones en las que vivían los ancianos en algunas residencias han inundado los medios y han alarmado a numerosos sectores de la población. La falta de instalaciones medicalizadas y la escasez de personal médico han situado al cuidado de nuestros mayores en el centro de la polémica.

La situación en otro países no parece más esperanzadora. Basta recordar algunas declaraciones inquietantes que hemos escuchado en plena pandemia del coronavirus. El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, sugirió que los ancianos deberían sacrificarse y morir para salvar la economía del país. Lo más curioso es que Dan Patrick ha realizado estas declaraciones a los… 70 años. El propio Donald Trump (73 años) no ha ocultado sus intenciones de desproteger a los mayores en beneficio de favorecer la economía. ¿Qué nos ha pasado? ¿Cómo hemos podido llegar a tal nivel de deshumanización? Una sociedad que no atiende con respeto y dignidad las necesidades de sus mayores, es una sociedad que avanza inexorablemente hacia su propia autodestrucción, porque, no lo olvidemos, todos algún día seremos mayores.

 

El “Edadismo”, el papel de los ancianos en la sociedad actual

Hace sólo unas pocas generaciones las personas mayores constituían un pilar básico en la sociedad, incluso eran veneradas por todos los miembros de la familia, porque albergaban la sabiduría y mantenían vivas las tradiciones. Sin embargo, en la era moderna los ancianos, debido entre otros factores a un enfermizo culto a la juventud y a la revolución tecnológica, se han visto relegados y arrinconados. En una sociedad que ensalza la salud, la productividad y el éxito, los mayores son percibidos como personas inútiles, anacrónicas, y a las que además se debe mantener con recursos públicos. Como consecuencia de estos estereotipos se produce lo que se ha dado en llamar el “Edadismo”, o lo que es lo mismo, la discriminación por edad. Mientras que durante la mayor parte de su vida fueron personas clave en sus familias, ahora se han convertido en una carga.

Ante esta perspectiva, envejecer es un escenario que nadie desea. Sin embargo, es posible que hayamos construido ideas erróneas sobre la vejez y debamos corregirlas. Los ancianos están sufriendo también las grietas de un sistema que requiere una profunda revisión. Por ejemplo, a sus 76 años Mick Jagger sigue subiéndose a los escenarios; Clint Eastwood, que cumplirá 90 años el próximo 31 de mayo, continúa dirigiendo películas; Noam Chomsky, el lingüista y filósofo estadounidense, sigue impartiendo clases a diario en la Universidad de Arizona a sus 91 años; Roy Hodgson, entrena al Crystal Palace, equipo de la Premier League inglesa, a los 72 años; Bernie Sanders, el senador norteamericano, es a sus 78 años un referente para miles de jóvenes progresistas de Estados Unidos; y el talento de Woody Allen sigue brillando a sus 84 años. Son sólo algunos ejemplos que invitan a cuestionar la imagen que tenemos hoy en día de las personas mayores.

Sin embargo, aún sigue pesando mucho en la sociedad la imagen de los ancianos como un lastre, y muchas personas, al superar los 60 años, sienten que sus vidas se aproximan a su fin. El “Edadismo” les influye a nivel cognitivo, emocional y conductual y les puede conducir en los casos más extremos a una depresión.

Es el momento de poner el cuidado de nuestros mayores en el centro del debate social. Ha llegado la hora de replantearnos la manera en la que estamos atendiendo las necesidades de las personas mayores. Si pretendemos ser una sociedad decente estamos obligados a garantizar a nuestros mayores el respeto y el reconocimiento que se merecen.