¿Es el decrecimiento económico una alternativa real?
¿El crecimiento económico es en realidad una trampa? ¿Persigue el sistema capitalista un falso santo grial que nos convierte a todos en seres infelices? ¿Es el consumismo un viaje a ninguna parte? Desde finales del siglo XX existe una corriente de pensamiento que no sólo cuestiona el papel protagonista del crecimiento económico, sino que además propone su sustitución nada menos que por su antagonista, el decrecimiento. Esta apuesta revolucionaria fue formulada por primera vez por el matemático y economista estadounidense Nicholas Georgescu-Roegen y sus estudios sobre bioeconomía pronto le valieron para ser reconocido mundialmente como el padre del decrecimiento económico.
La propuesta esencial del decrecimiento consiste en desterrar la idea de que el crecimiento económico anual es en sí mismo un objetivo positivo. Los defensores de esta teoría abogan por la disminución regular controlada de la producción económica, con el propósito de establecer una nueva relación de equilibrio entre los seres humanos y el planeta. Los teóricos del decrecimiento afirman que la conservación del medio ambiente es un reto imposible si no se reduce la producción económica mundial, ya que esta es la causa principal de la reducción de los recursos naturales. Además critican el estilo de vida actual porque consideran que no produce bienestar sino que conduce a la mayoría de los seres humanos a la frustración y a la infelicidad. La esencia de su pensamiento puede resumirse en “trabajar menos horas y disfrutar de más tiempo libre”. Por otra parte, sus ideas les convierten en enemigos del desarrollo sostenible, ya que proponen “vivir mejor con menos” y están en contra de cualquier modelo basado en el crecimiento.
La teoría enunciada por Nicholas Georgescu en su obra “The Entropy Law and the Economic Process” (1971) constituye el eje argumental de la teoría del decrecimiento, así como el pensamiento de otras figuras como Günter Anders, Hanna Arendt, Iván Illich o el Club de Roma.
Serge Latouche, la voz más respetada del decrecimiento
Entre los economistas que se han alineado con este pensamiento destaca el francés Serge Latouche. En sus propias palabras “el decrecimiento es un concepto muy simple que pretende llamar la atención de la población mundial. En la actualidad nos encontramos ante un grave problema de escasez de recursos naturales, y muchos científicos y expertos alertan del riesgo a largo plazo si no reducimos urgentemente nuestro nivel de consumo doméstico”.
Para Serge Letouche, el decrecimiento no es en realidad una alternativa concreta, sino que más bien se trata de una matriz que dará lugar a la eclosión de múltiples alternativas. Para el pensador francés, el decrecimiento no es una opción, es una necesidad impuesta por los efectos devastadores del crecimiento económico, y que se expresa con claridad en su lema “Decrecimiento o barbarie”. La clave reside en consumir menos y en prolongar la vida de los productos que compramos. Esa aparente pérdida del llamado “nivel de vida” del mundo desarrollado debería redundar en una regeneración de los recursos naturales del planeta, y en un mayor bienestar para la población de los países subdesarrollados, que verían reducir sus tasas de natalidad, equilibrando así la población mundial y disminuyendo las migraciones masivas hacia los países occidentales.
Serge Latouche, catedrático de Economía, asegura que “trabajar más horas hunde los salarios, al incrementarse la oferta sin que lo haga la demanda” y apuesta por “poner fin a la economía del crecimiento sin crecimiento y recuperar el sentido de los límites”. En su obras “Pequeño tratado del decrecimiento sereno” y “La sociedad de la abundancia frugal”, Serge Latouche desgrana su pensamiento afirmando que la única posibilidad que la humanidad tiene de sobrevivir está basada en la frugalidad y la autolimitación. Para simplificar su teoría establece “el círculo virtuoso de las ocho erres: Reevaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Reubicar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar y Reciclar”.
Una alternativa que exige un cambio profundo en nuestros hábitos de consumo
En los tiempos del consumismo desaforado y la obsesión por el enriquecimiento económico, y en un mundo donde los millonarios son envidiados, el decrecimiento no plantea un discurso muy atractivo entre una población deslumbrada por el brillo de los grandes lujos. Se trata sin duda de una propuesta ideológica que exige hábitos austeros y unas altas dosis de solidaridad y empatía.
Según los seguidores del decrecimiento, el discurso dominante – basado en tres pilares: la “ecoeficiencia”, el “desarrollo sostenible” y una fe ciega en la innovación tecnológica como solución a la mayoría de los problemas – es un error y nos condena a un futuro incierto. El consumo compulsivo de bienes es la principal causa de la degradación medioambiental. El consumismo se ha erigido en una nueva religión para millones de personas de todo el mundo y esa adicción consumista, sumada al fundamentalismo financiero, sostiene un modelo económico que devora los recursos naturales. Como afirma Susan George, prestigiosa activista norteamericana, “cada 25 años la economía mundial se duplica; hay que terminar con esa idea de crecer sin parar o acabaremos con el planeta; sencillamente este sistema es insostenible”.