Expectativas
Es sabio repasar y analizar periódicamente lo que queremos y deseamos. La razón es que nuestras expectativas nos pueden causar muchas desilusiones.
Las antiguas enseñanzas budistas dicen que los deseos y las expectativas no satisfechas crean infelicidad en los seres humanos. Cuanta más expectativas tengamos, es probable que experimentemos más infelicidad. Y cuanto más altas sean nuestras expectativas sobre algo en concreto, menos agradecidos nos sentiremos cuando eso suceda.
La adquisición real de algo que habíamos estado esperando con ansiedad, acostumbra a ser deprimente. Entre las realidades de la vida y nuestras expectativas hay una gran diferencia.
Esperar que la vida nos dé todo lo que queremos es exponernos a la infelicidad y al abatimiento. Dadas las restricciones bastante duras de la realidad, tenemos que tratar con lo que es posible y probable de acuerdo con el tiempo y la energía que tenemos a nuestra disposición.
La realidad tiene la costumbre de serenarnos cuando nuestras expectativas son excesivas y, a menudo, el resultado es la desilusión y la depresión. Sentirnos tristes y desposeídos por lo que no tenemos es desperdiciar todas las cosas buenas que sí tenemos.
Esperar (de una manera no realista) ser la persona que a todos nos gustaría es desperdiciar la persona que todos somos y podemos ser. La realización está siempre ahí si es que la queremos. No es tan importante incrementar nuestras adquisiciones como reducir la magnitud de lo que queremos.
Bendito sea el que no espera nada, porque nunca se sentirá desilusionado, decía el creador de la obra Los Viajes de Gulliver.
Menos puede ser más. Recomiendo que pensemos más en la filosofía Zen que señala que cuanto menos necesitemos en comodidades materiales y físicas, más libres nos volveremos. Eliminar nuestro deseo de algo es, en muchas ocasiones, algo tan bueno como poseerlo y, al menos, da menos problemas.
Ignacio Pi • Responsable global de Mediapost Group
Publicado en el nº15 de la revista Ideas Imprescindibles