Competencias para la vida laboral
Hoy en día no basta tener un título que nos faculte ejercer en una determinada profesión o materia, debemos además ser competentes en diferentes niveles para tener un desarrollo profesional y personal pertinente a los cambios y a la nueva aldea ‘glocal’.
Existe un vínculo relevante entre la formación de profesionales y las necesidades y exigencias de las empresas a la hora de contratar profesionales, así como también en la sociedad debido al cambio continuo en que nos vemos involucrados, no sólo por la aceleración de manejar nuevas tecnologías, sino también por una tendencia que implica un cambio de paradigma en la ciencia, en las nuevas formas de integrar el conocimiento y de aplicarlo en las nuevas necesidades de ámbitos como economía, política, ecología, salud, agricultura, alimentación, empleo, entre otros.
Para los que nos toca formar en la universidad, hemos de tener en cuenta la brecha que existe aún entre la teoría y la práctica. ¿Cuánto estamos aportando realmente en la formación para la vida laboral y personal? Según los resultados que hacen eco en la necesidad de mejora, hemos de replantearnos las estrategias que incorporen no sólo relaciones interdisciplinares, sino que atiendan a la contingencia de la cual somos parte, a la vez que responsables.
El tema de las competencias transversales, es un ámbito que en los distintos niveles de educación genera ciertas resistencias y en algunos contextos educativos no se trabajan con mayor claridad. Es decir, cada docente hace lo que mejor puede. Pasando, por ejemplo, de centrarse en objetivos y contenidos de manera instruccional y con aprendizaje memorístico, a centrarse en un excesivo trabajo grupal desatendiendo el trabajo reflexivo e individual.
Hace un tiempo participé de una indagación de las competencias genéricas o transversales con motivo de un artículo en docencia universitaria y en el cual se hacía un pequeño análisis del Informe Tunnig Europeo y el Informe Tuning para Latinoamérica, esto significa, acuerdos entre países para fijar puntos de referencia, convergencia y comprensión mutua para ‘sintonizar’ las estructuras educativas e ‘identificar e intercambiar información y mejorar la colaboración entre las instituciones de educación superior para el desarrollo de la calidad, efectividad y transparencia’.
Se pueden apreciar algunas diferencias internas, no obstante, en ambos casos, se trabajan tres ejes de competencias: Instrumental (referido a aquello que un individuo debe manejar), interpersonal (referido a las capacidades para trabajar con otros) y sistémica (referido al sistema social). En tal sentido, encontramos la necesidad de formar en: Habilidades de comunicación, toma de decisiones, resolución de problemas, uso de tecnologías, creatividad, liderazgo, autonomía personal, capacidad de análisis, organización, pensamiento crítico, compromiso ético, reconocimiento de la diversidad cultural, trabajo en equipo, espíritu emprendedor, sensibilidad en temas ambientales, manejo de lenguas extranjeras, pensamiento crítico y complejo, entre otras. Tomando como referencia una universidad de España y una universidad de Chile, observamos que en ambos casos, según la definición de lo que deberían ser unas y otras había cierta confusión en la distribución de competencias, por ejemplo, en un caso, la automotivación se presentaba como competencia interpersonal (siendo claramente una habilidad del individuo consigo mismo) y otras que por su transversalidad pueden estar en unos y otros niveles.
Esta confusión puede ser relevante a la hora de planificar la formación inicial de los profesionales, como también la capacitación laboral posterior. Por ello, puede ser pertinente, un mapa de ruta. Proponemos uno que integre competencias según sean las necesidades de integrar mayores niveles de conciencia.
Las competencias para la vida según los niveles de consciencia. Es un hecho que la realidad es compleja y nos aproximamos a ella desde diferentes perspectivas disciplinares y personales con la finalidad de comprender mejor los fenómenos. Concordamos con Edgar Morin en este cambio de paradigma donde se plantea la complejidad como aquello que forma un tejido conjunto, lo cual viene a ser una red de conocimientos entrelazados que nos plantean nuevos desafíos para superar las adversidades del presente.
Por ello, necesitamos ir paso a paso, desde que somos bebés, vamos evolucionando en consciencia. En el útero materno y hasta los dos meses aproximadamente, estamos unidos a la consciencia del todo, vamos luego reconociendo la otredad, participando con otros de manera colectiva, ampliando nuestra visión global, para llegar a planos de trascendencia. Se dice que como humanidad aún estamos en una etapa muy infantil, que aún somos altamente egoístas, no obstante, hay otros más optimistas que vemos más allá de la agenda setting de los medios, y cómo se va haciendo evidente, cada vez más, a decir del físico teórico David Bohm, este ‘holomovimiento’, donde nos importan cada vez más los otros, la solidaridad, la interculturalidad, la sostenibilidad y la ética como elemento clave para el desarrollo de una cultura en valores y de paz.
El triángulo básico de la vida puede explicarse, como plantea D’Ambrosio según la relación entre individuo-sociedad-naturaleza. Además de innumerables autores que se interesan por los temas transversales y transdisciplinares, en una investigación realizada para estudiar el fenómeno de la creatividad, validamos un modelo que aportaba un cuarto cuadrante, referido a la consciencia y la complejidad y el cual, tiene diferentes aplicaciones. Una de ellas, es este campo de desarrollo personal y profesional, que son las competencias.
Este cuarto cuadrante no está en un nivel superior, sino que tiene sus implicaciones en los tres ejes competenciales (individual, interpersonal y sistémico). Representado en una imagen, sería un tetraedro.
Integrar este cuadrante implica tener en cuenta temas como la creatividad y la ética en cada uno de ellos. No se trata la creatividad reducida a una capacidad individual, sino también a nivel social y global. Implica incorporar temas de autoconocimiento, de sensibilidades, de integrar el conocimiento con enfoque transdisciplinar (que va más allá de lo instrumental y específico), de potenciar una consciencia personal y social en un contexto ético, sostenible, sustentable, donde se fomente la sensibilidad por temas medioambientales, por la calidad del trabajo, por la importancia de los temas transpersonales.
Cualquier tipo de institución no sólo debe atender a su nivel de rendimiento, sino a la calidad de vida para su comunidad. Por ello, ya existen empresas pioneras que cuentan con su ‘Gerente de la felicidad’, con referencia al Ministerio de la felicidad de Bután. No sólo hemos de tener nuestras necesidad básicas cubiertas, nuestro trabajo ha de ser también una fuente de satisfacción, y cualquiera que sea, podemos ofrecer nuestros talentos en servicio de una comunidad mayor. Ya lo ha dicho Matthieu Ricard, considerado el hombre más feliz del mundo, cuando mayor felicidad experimentamos, es cuando sentimos compasión hacia los demás.
Por tanto, una institución madura, (que no esté interesada sólo en sus propios beneficios) será aquella que se ocupe de formar, desarrollar y potenciar las competencias para la vida. Trabajar las competencias con un adecuado Mapa de ruta centrado en la evolución de la consciencia, puede resultar de utilidad didáctica y un beneficio en que todos ganan. Gana el individuo, gana la institución, gana la sociedad y gana el entorno local y global.
Artículo escrito Jessica Cabrera Cuevas • Pedagoga y Doctora en Creatividad
Publicado en el nº 10 de la revista Ideas Imprescindibles