Dinero y espiritualidad (capítulo 2)
¿Es importante el dinero?
Seguramente, esta pregunta aúne un consenso difícil de encontrar en otros asuntos entre las ramas que estudian al ser humano tales como la psicología, la ciencia, la filosofía y hasta, posiblemente, la religión. La mayoría de las respuestas dirían sí, en mayor o menor medida. Cuando menos, y como dicen los expertos que estudian el concepto de –felicidad-, el dinero es importante para “cubrir” los mínimos necesarios que toda persona necesita, como una alimentación , vivienda y salud que nos garanticen un mínimo bienestar social. Está claro que la cultura así nos lo enseña, y no seré yo quien lo niegue en absoluto.
Como manifestamos en el Capítulo 1, esta serie de Reflexiones sobre el Dinero y la Espiritualidad no tiene como objeto divulgar lecciones de ciencia, ni mucho menos, pero sí pinceladas que nos permita abrir un poquito nuestra mente, que nos ayude a pensar de una manera diferente a como hasta ahora en nuestras vidas lo hemos hecho. A este respecto, hay muchos científicos que explican que nuestro Universo y nuestro planeta Tierra no es lo que vemos, sino un holograma, una ilusión! ¿Pueden imaginarse que realmente no vivimos esta realidad, que estamos “soñando”? Quizás no nos hemos enterado, y estamos aquí infelices y preocupados, entre otras cosas, por el dinero cuando no estamos más que en un sueño, placentero o pesadilla según lo interpretemos… Otra parte de la Ciencia defiende y expone la existencia de Universos Paralelos. Les invito a reflexionar bajo la misma analogía. Pero si, por el contrario, pertenecemos a la mayoría de ciudadanos que creemos que este mundo es lo que vemos y presuntamente conocemos, y es lo único que existe, es normal apreciar el dinero porque asumimos lo que el mismo de felicidad nos proporciona. El dinero nos permite acceder a buenos médicos, y sin salud yo no soy feliz. Si no tengo trabajo y no tengo dinero, no seré feliz. Sin dinero no puedo educar a mis hijos, ni puedo viajar, ni puedo ir a un partido de fútbol , un concierto, o una obra de teatro. Todo esto nos hace feliz. Y sin dinero…. ¿Pero es realmente así? Si reflexionamos a conciencia, no queremos el dinero en sí, mas la Felicidad que dicho dinero supuestamente nos permite alcanzar. El dinero como medio, no como fin.
Todo lo que hacemos en nuestras vidas tiene un solo objetivo: SER FELIZ! Nadie se casa pensando que le va a causar un problema (aunque las estadísticas luego sean otras), o hace una carrera universitaria asumiendo que no le servirá para encontrar trabajo, o se compra un coche para sufrir, o tiene hijos porque quiere problemas, etc… Analicemos un segundo: ¿hemos hecho algo en nuestras vidas que, de forma consciente”, hemos elegido hacer para que nos reste alegría y felicidad? Jamás. Le pido por un instante que se autoevalúe el grado de Felicidad actual, en una escala del 0 al 10. Cero significa total sufrimiento y nada de felicidad, y 10 significa nada de sufrimiento, completa felicidad. Si su respuesta es 10, le doy las gracias por seguir leyendo este post si lo desea, pero sin duda no le será necesario. Si su respuesta es cualquier número por debajo de 10, quizás podamos juntos descubrir alguna razón al respecto… Retomando nuestro razonamiento, entonces acordamos que el juego de la vida no es tener dinero, sino ¡ser feliz! Ah, casi se me olvidaba: nuestra cultura dice que para ser feliz, el dinero es un requisito imprescindible…. ¿Han conocido alguna vez alguna persona cercana, algún amigo o familiar, o alguna persona religiosa, cooperante, misionera, etc que sea “pobre” -materialmente hablando- y que sea feliz al mismo tiempo? Si su respuesta es SI, aunque sea solo una; o si su respuesta es “no es lo normal”, son “excepciones”, “personas raras”, “mártires”, “gente muy buena”, “santos”; si alguna de estas dos es su respuesta, entonces ha verificado que el dinero NO es un requisito imprescindible para ser feliz. Abramos nuestra mente! Sabemos que Sí se puede ser feliz, incluso con ausencia o escasez de dinero, aunque a nosotros nos parezca extremadamente complicado.
Con esta información en mente, procedamos a realizar una dura introspección: ¿Estaríamos dispuestos a cambiar nuestras vidas si se presentara ante nosotros Dios, o para aquellos que no creen en Dios se presentara ante nosotros un maestro, vidente, o una entidad imaginaria que proyectara nuestro futuro, que nos diera la fórmula mágica para alcanzar nuestra felicidad, y quien nos dijera las cosas que debemos hacer y cuyo cumplimiento garantizara nuestra eterna Felicidad y la imperturbabilidad ante las acciones que hoy por hoy nos disgustan o enfadan, o simplemente, merman nuestra alegría? Centrémonos en si, en términos generales, usted aceptaría cambiar su vida incondicionalmente a cambio de esa Felicidad con Mayúsculas.
a) Si respondemos que NO, tenemos claramente un problema interior. Habría que analizar qué nos sucede en nuestro subconsciente que nos lleva a no querer cambios, a mortificarnos y preferir estar infelices en esta vida.
b) Si la respuesta por el contrario es un SÍ incondicional, porque sabemos a ciencia cierta (asumamos que es 100% seguro) que lograríamos un estado placentero de constante bienestar, permítame seguir yendo más lejos en la severa introspección.
La fórmula mágica que Dios o la Entidad le proporcionaría es: “Deje su puesto de trabajo, deje su familia, y váyase de voluntario a este país X, y no se preocupe por su familia que estarán perfectamente y siempre contentos”. Esta nueva labor suya le hará 100% feliz, siempre. ¿Lo haría? ¿Qué sensación le ha producido sólo pensarlo? Se ha sentido mal, triste, molesto, irritado? O por el contrario, emocionado, ilusionado, con ganas?
Si usted prefiere, lo suavizamos un poco, y asumamos que no hay necesidad de abandonar a la familia aunque se nos ha garantizado que ellos serían felices igualmente. En este nuevo escenario, usted debe abandonar su vida actual, su casa, sus amigos , sus posesiones, su país, y se traslada con su familia a un país con menores recursos con el objetivo de ayudar a gente enferma. ¿Lo haría mañana mismo? Si somos sinceros, quizás es difícil responder un sí rotundo sin titubear, sin mirar atrás. Entonces, ¿qué sucede? ¿Por qué no nos tiramos de cabeza a cualquier proyecto de vida que nos garantice una Felicidad al 100%?
Dicen los expertos que el ser humano solamente actúa en base a 2 emociones primarias: o actuamos por Amor, o actuamos por su opuesto, que es el Miedo… Y la mayoría de las veces, sin ser conscientes, actuamos en nuestras vidas motivados por miedos. Miedos de todo tipo. Subproductos del miedo son el odio, el rencor, celos, envidia, vergüenza, malhumor, desconfianza, temor, incertidumbre, pesimismo, etc Subproductos del Amor son la compasión, el perdón, la comprensión, la empatía, la generosidad, tolerancia, etc. Y, ¿cómo no vamos a tener miedo a vivir bajo un paradigma diferente al que nuestra
cultura y/o religión nos ha inculcado desde pequeños, vía nuestros padres y abuelos, vía el colegio, vía los valores impuestos en la sociedad, vía las tradiciones, etc? Me dice usted que deje mi hogar en España o en el país que resido, donde más o menos “vivo” conforme me han enseñado, con mi trabajo, mi familia, mis aficiones, y mis problemas pero que en conjunto acepto, para irme a un sitio lejano, dejando todo atrás? …. Sí, sí, es que se le garantiza su felicidad plena! Uff, qué difícil; …me parece un riesgo. No gracias.
“…No puedo irme porque quiero la felicidad de mis hijos, no la mía. Esa es mi receta de la felicidad: ver felices a mis hijos, a mi familia” De acuerdo, dejemos entonces que sean ellos los que se vayan de cooperantes o voluntarios, y usted se queda. ¿Le parece bien? ¿Qué queremos entonces? ¿Queremos ser felices? ¿O queremos alcanzar la situación que nosotros creemos es la “ideal” para inhalar la felicidad que se nos ha inculcado desde pequeños?
Sigamos con la introspección y hagamos ahora el ejercicio contrario: Haga una carta a los Reyes Magos con todo aquello que quiere para su vida, quedándose a vivir en su ciudad si lo desea, con su familia, eliminando todas sus deudas, con las casas y coches que deseen, con un trabajo excelente, sin enfermedades, con los hijos responsables, etc..Pero con una condición: eligiendo todo lo que usted quiera, se le garantiza que NO alcanzará el 100% de felicidad, aunque usted escriba su carta tal y como le plazca mejor con todos sus deseos. ¿Qué elegiría? La opción de cambiar y migrar de país y de estilo de vida?; la opción de quedarse y elegir lo que creo “necesito” o “quiero” a día de hoy?; o la opción de “no hacer nada”, y quedarme como estoy aún sabiendo que no soy siempre feliz, que tengo mis momentos tristes, de angustia, o de enfado, aunque sean menores que los momentos de felicidad?
La epigenética ha demostrado, genéricamente hablando, que la expresión de nuestros genes se ve directamente influida por la percepción de ideas y conceptos adquiridos, por nuestro sistema de creencias. En mayor o menor medida, todos nosotros hemos sido educados en dogmas tales como “cuanto más mejor”, el dinero es necesario, los penas con pan son menos, los problemas que trae el dinero son preferibles a los problemas derivados de no tener dinero, etc.Igual estamos atrapados en unos conceptos que damos por válidos sin discusión, pero que vistos los resultados, no parecen ser la mejor fórmula. Comentábamos en el primer capítulo los niveles de estrés detectados en España y en el mundo occidental. Estrés sabemos que es inversamente proporcional a un estado interior de paz, plenitud y felicidad.
Y si creemos que la respuesta es la crisis económica, mi trabajo, mi hipoteca o similares, seguiremos echando gasolina a un incendio interno que no vemos. Por supuesto, tener dinero no es nada malo, al contrario, que no se malentienda. Es una herramienta más con la que debemos convivir, aunque no la llave a la puerta del descanso. Sin duda, todos tendríamos todo lo que necesitamos y queremos, abundancia materialmente hablando, con un mayor nivel de consciencia de la población, si bien esto lleva mucho tiempo y es la asignatura que todos debemos aprender y en ello estamos.
¿Esta usted dispuesto a cambiar el foco de lo que queremos, y aceptar nuevas fórmulas de la felicidad? Realmente quiere pasar esta vida “luchando” como nos han inculcado, o mejor disfrutar esta vida siendo feliz? Mi experiencia profesional me ha demostrado que las familias con mucho dinero, normalmente son, cuando menos, igual de felices o infelices que las familias sin recursos. El dinero en absoluto les ha evitado el sufrimiento, y en muchos casos, como lo vemos a diario en las noticias, los crea y agrava.
Sí se puede ser feliz con dinero, por supuesto! El problema no es este. El asunto es: ¿Cambiaría el dinero por ser feliz? ¿Qué queremos para nuestras vidas, y para la de nuestros seres queridos? ¿A qué le tenemos Miedo?¿Hemos nacido para ganar dinero? O hemos nacido para aprender a ser FELICES?
Muchas gracias de corazón por su tolerancia y comprensión