La Patagonia chilena
Lagos esmeraldas, profundos fiordos, aguas prístinas, ríos torrenciales, bosques lluviosos impenetrables, innumerables islas deshabitadas, volcanes activos, inmensos glaciares y, como telón de fondo…los picos nevados de los Andes. Esa imagen tan bella es la que guarda mi memoria cuando escucho hablar de la Patagonia chilena.
Muchas de las poblaciones de la XI Región de Chile –más conocida como Aysén-, cuentan apenas con 50 años de historia, y aún hoy es la región menos poblada de Chile: Al inicio del siglo XX apenas 200 habitantes estaban asentados en la Patagonia septentrional, y ahora poco más de 100.000 personas viven aquí, la mitad de ellas en su capital, Coyhaique. Posee una orografía intrincada que ha dificultado históricamente las comunicaciones con el resto del país –lo cual ha favorecido su aislamiento y conservación- y su principal medio y vía de comunicación –además del ferry que básicamente funciona en verano- es la Carretera Austral (terminada hace casi 30 años) enlazando Puerto Montt con Villa O’Higgins, unos 1.200 Kms. al Sur.
Aysén es una región privilegiada por la exuberancia y riqueza de sus recursos naturales. Miles de personas la visitan anualmente solo para disfrutar viendo parajes singulares, avistando especies únicas y viviendo experiencias extraordinarias. La valoración de esos recursos no debe ni puede hacerse únicamente, por tanto, en términos económicos, porque… ¿qué valor tienen los bosques milenarios, los ríos de aguas cristalinas, los campos de hielo, las innumerables especies de aves que pueblan las islas desiertas?
El interés económico que los recursos naturales despertaron en diversas multinacionales energéticas durante la década de los 2000 y el riesgo de que la región perdiera su valioso y único patrimonio natural, movilizó a la población en contra de la instalación de grandes centrales hidroeléctricas que garantizarían pingües beneficios a las transnacionales mientras que la población vería como su principal valor –la contemplación y el disfrute de la belleza de especies únicas- se esfumaba.
El fantasma de la migración y la sobreexplotación de los recursos movilizó a la sociedad, quien aunó sus esfuerzos para hacer posible que Aysén se replanteara el eje estratégico de su desarrollo. Adicionalmente, la exitosa experiencia del Parque Nacional Corcovado y del Parque Pumalín (del cual hablaremos en próximas intervenciones) plantea el turismo sostenible como el sector capaz de desarrollar localmente y de forma sostenible una región de un atractivo incomparable.
La población local está defendiendo de forma admirable su pleno derecho a proteger y conservar su actual forma de vida y el derecho irrenunciable de sus hijos a continuar viviendo de los recursos naturales de forma sostenible, como lo han hecho durante generaciones. Y ahí es donde el turismo entra a jugar un papel estratégico en el desarrollo sostenible de la región. ¿Por qué no hacer de esa zona apenas habitada un territorio protegido que permita un desarrollo sostenible y armonioso con el entorno social y ambiental, alejado de tentaciones especulativas cuyo único fin es explotar los recursos finitos en nombre de un pretendido y falso “progreso”? ¿Por qué no convertir definitivamente a Aysén en un destino líder en turismo sostenible que sea un modelo de desarrollo? ¿Por qué no acondicionar adecuadamente la Carretera Austral para convertirla en una carretera escénica, que sería sin duda una de las más bellas y espectaculares del mundo? La población de Aysén tiene clara la respuesta a tal disyuntiva.
Artículo escrito por Tina Rubio • Consultora y auditora internacional especializada en turismo sostenible • Fundadora y Directora de No Es Utopía www.noesutopia.com
Publicado en el nº 9 de la revista Ideas Imprescindibles