En Asti vamos a la parroquia de San Domingo Savio, donde nos han preparado una habitación
Un rápido desayuno con lo regalado por Marisa y después de despedirnos de ella y el “prete” Davide echamos a andar hacia Asti. Al poco, aún sin dejar el pueblo, Dilo, el dueño de un bar que habla con otro hombre en la calle nos invita a entrar y tomar un café admirado por nuestra “hazaña”. Al salir nos entrega una bolsa con cruasanes que comemos inmediatamente para no aumentar el peso que transportamos. Hacemos fotos del paisaje que atravesamos y de alguno de los animales muertos que encontramos al margen del camino. En Palucco. Como ya es la una y treinta, entramos en el restaurante Villa Fernanda y, luego de explicarle a la dueña nuestra situación, le pedimos que nos de algo de comer. ¡Dios, que morro tenemos! Afortunadamente ella y las otras dos personas que atienden el negocio son caritativas y nos dan sendos platos de macarrones al pomodoro, un hermoso filete de pollo empanado con patatas fritas y agua, pan y café. Nos hacemos varias fotos con ellos. En Asti vamos a la parroquia de San Domingo Savio, donde el prete Dino, avisado por don Carlos, el prete que nos acogió ayer, nos ha preparado una “camera” con servicio y ducha en la que dormiremos explendidamente. El cura nos dice que a las ocho y cuarto bajemos al comedor para cenar con él y otras tres personas.