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Despejar el camino para dar paso al nuevo paradigma

Los cierres y finales de cualquier etapa de nuestra vida suelen estar muy contaminados por el enfrentamiento entre lo que no quiere morir y la fuerza vital de lo nuevo que viene a enriquecernos, a desarrollarnos, a ampliar los horizontes, aunque también a invadirnos, a des-estructurarnos, a quebrar la vieja forma para que podamos barajar y repartir de nuevo. Esto abre ventanas a paisajes desconocidos de nuestro potencial, sin embargo, este panorama por ser nuevo, angustia y frena a la par que empuja y promete.

Estos tiempos que nos tocan vivir, dramatizan del mismo modo la lucha entre la reafirmación de los viejos modelos -que pretenden afianzarse con ahínco para no desaparecer-, y el avance desbocado de nuevas tendencias, arrolladoras o imprudentes muchas veces en los comienzos, como imposibles de frenar ya que traen la savia viva y joven que ha de expresarse para el bien de todos nosotros, para la continuidad de la vida, para ampliar nuestra capacidad experiencial y revivir.

Las tradiciones son eternas, y veneradas por toda la humanidad, no obstante todas ellas cuentan con individuos que representan facciones ortodoxas, muy estrechas y rígidas, que no quieren ceder el poder a las nuevas generaciones. Dichas tradiciones han sido las que nos mostraron rumbos, las que generaron nuestro aprendizaje, las que contuvieron nuestro devenir y nuestro desarrollo sin que nos desarmáramos. Durante milenios, si seguíamos sus directivas podíamos avanzar sin temor a equivocarnos, ya que todo estaba pautado y comprobado por nuestros ancestros. Estas tradiciones permitieron que la humanidad inmadura pudiera mantenerse con vida sin exponerse a peligros innecesarios. Y fue bueno…Nos sirvió a todos…

Ahora, si permitimos que los sectores más recalcitrantes sigan ejerciendo el poder y continuamos “obedeciendo” al pasado, dejamos de realizar aquello que se espera de nosotros, lo que vinimos a dejar dicho para las generaciones futuras, lo que hemos traído a la VIDA como semilla del nuevo ciclo.

Lo nuevo nos dice que el PRESENTE es el único territorio que tenemos para habitar, el Aquí y Ahora. Nos muestra que ahorrar durante años para comprar la casa propia ya no es negocio… La pareja ya no es “hasta que la muerte nos separe” porque hoy se vive 95 años con mucha facilidad -no 50 ó 70 como pasaba antes- y, con la diferencia de tantos años se pueden programar nuevos proyectos, que tal vez la primera pareja no puede o no quiere acompañar. Los trabajos exigen rotación y cambio para estar al día. Estudiar y acumular conocimientos se logra en muchísimo menos tiempo porque existen modos de acceder fácilmente a la información y de archivarla, por lo tanto demanda menor esfuerzo de memoria acumulativa. Así también, se olvida con rapidez aquello que va quedando des-actualizado.

Sabemos que la adolescencia se prolonga hasta más allá de los 28 años y también que se estira el tiempo de la madurez, la tercera o cuarta edad y la vejez. Entonces es necesario re-pensar el nuevo modo de estar en el mundo. Con parámetros tan diferentes de los que la tradición más purista nos propone y -aunque las nuevas formas inicialmente se expresen por la fuerza o con malos modos-, somos responsables de ayudar a que surjan otros modelos desde donde producir los cambios de paradigma para el NUEVO MUNDO. El hombre y la mujer nuevos han de ser muy valientes para parirse a sí mismos desde ideas renovadas, “…renacer de lo alto”, como dicen las Escrituras (Juan, 3).

Vemos que en diversas instituciones, se están produciendo enfrentamientos violentos ante la imposibilidad de conciliar, en su propio seno, posiciones tan antagónicas. Esto sucede porque en sí mismas son excluyentes. Aunque esto no es una novedad, Jesús dice en el Evangelio “no se pueden llenar odres viejas con vino nuevo”. Hoy tampoco podemos sumar los viejos conocimientos al actual modelo teórico que está encontrando otros cauces a ideas que no encajan en el ámbito de la ciencia tradicional.

Tampoco los lineamientos religiosos que hemos heredado pueden sostenerse del mismo modo, estuvieron asentados sobre el premio y el castigo, el miedo y la culpa, mecanismos operativos y eficaces para hacer entrar en razones a una humanidad primitiva e ignorante. Hoy, la palabra de Cristo está golpeando con fuerza los corazones de muchos hombres y mujeres, otorgando la valentía necesaria para sentirse Hijo de Dios y saberse amado. Con el respeto adecuado, y con firmeza, las generaciones actuales sabrán poner el límite correspondiente al avance de los viejos y oxidados esquemas.

Todas las tradiciones, con su aporte, enriquecieron y sirvieron de plataforma para los cambios que tuvieron que gestarse. ¡GRACIAS!  No obstante, también desde esa plataforma se dispararon ideas, y crecieron voceros que hoy ven, mucho más allá, de lo que alcanzan a percibir sus cansados ojos. Llevaremos en el alma lo que nos legaron, es cierto, sin embargo es necesario que sus representantes más inflexibles tomen conciencia de la necesidad de despejar el Camino, el cual ya no les pertenece. Es más, ni siquiera nos pertenece a nosotros los adultos de hoy, ese Camino lo recorrerán las generaciones nuevas. De todos modos, es nuestro deber aportar la energía que aún tenemos, para asegurar que puedan llevarlo a cabo.

 

Artículo escrito por Juan Ramírez de Francia,
Fundador de Escuela de Atención
Publicado en el nº 12 de la revista Ideas Imprescindibles