Dejamos atrás San Giorio de Susa, Busoleno y otros pueblos

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Desayunamos en la casa del clero. Las monjas nos dan una bolsa de comida para el camino. Solo estamos a 4 bajo cero cuando salimos. Dejamos atrás San Giorio de Susa, Busoleno y otros pueblos encaramados en las laderas de los montes. En un restaurante de carretera  de categoría llamado Cascina Roland, con el mayor aplomo, pedimos que nos den algo de comer pues somos peregrinos de Madrid a Roma y no tenemos dinero. Leonardo nos sienta a una mesa y pone sobre la misma sendos platos de pasta, agua con gas y para finalizar dos cafés. Cada día tenemos más seguridad en nosotros mismos. De nuevo por carreteras sin arcén llegamos a San Antonino de Susa. Donde el párroco nos aloja en una habitación de ocho literas. Allí se encuentra Paolo, un hombre al que la vida ha maltratado. Luego de visitar un supermercado vamos a preparar unos tallarines al pesto genovés que no se los salta un gitano con alpargatas.